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…como un náufrago ahogándose a la vista de islas maravillosas, en aquellos
mismos mares dorados de violeta de los que en lechos remotos había
verdaderamente soñado.
Supongo que sea lo que llaman un decadente que haya en mí, como definición
exterior de mi espíritu, esos centelleos tristes de una extrañeza postiza que
incorporan en palabras inesperadas un alma ansiosa y malabar. Siento que soy
así y que soy absurdo. Por eso busco, mediante una imitación de una hipótesis de
los clásicos, figurar por lo menos en una matemática expresiva las sensaciones
decorativas de mi alma substituida.
A cierta altura de la cogitación escrita, ya no sé dónde tengo el centro de la
atención —si en las sensaciones dispersas que procuro describir, como tapicerías
desconocidas, si en las palabras con que, queriendo describir la propia descripción,
me embreño, me descamino y veo otras cosas. Se forman en mí asociaciones de
ideas, de imágenes, de palabras —todo lúcido y difuso—, y tanto estoy diciendo lo
que siento como lo que supongo que siento; ni distingo lo que el alma sugiere de lo
que las imágenes, que el alma ha dejado caer, me enfloran en el suelo, ni, incluso,
si un sonido de palabra bárbara, o un ritmo de frase interpuesta, no me sacan del
asunto ya confuso, de la sensación ya en vivero, y me absuelven de pensar y de
decir, como grandes viajes para distraer. Y todo esto, que, si lo repito, debería
producirme una sensación de futilidad, de fracaso, de sufrimiento, no consigue sino
darme alas de oro. Una vez que hablo de imágenes, tal vez porque fuese a
condenar el abuso de ellas, me nacen imágenes; una vez que me hiergo de mí para
repudiar lo que no siento, lo estoy sintiendo ya y el propio repudio es una sensación
con bordados; una vez que, perdida en fin la fe en el esfuerzo, me quiero
abandonar al extravío, un término clásico, un adjetivo espacial y sobrio, me hacen
de repente, como una luz solar, ver clara delante de mí la página escrita
durmientemente, y las letras de mi tinta de la pluma son un mapa absurdo de
signos mágicos. Y me dejo como a la pluma, y tercio la capa de reclinarme sin
nexo, lejano, lejano, intermedio y súcubo, final como un náufrago ahogándose…
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…como um náufrago afogando-se à vista de ilhas maravilhosas, em aqueles
mesmos mares doirados de violeta que em leitos remotos verdadeiramente sonhara.
Suponho que seja o que chamam um decadente, que haja em mim, como
definição externa do meu espírito, essas lucilações tristes de uma estranheza
postiça que incorporam em palavras inesperadas uma alma ansiosa e malabar. Sinto
que sou assim e que sou absurdo. Por isso busco, por uma imitação de uma
hipótese dos clássicos, figurar ao menos em uma matemática expressiva as
sensações decorativas da minha alma substituída. Em certa altura da cogitação
escrita, já não sei onde tenho o centro da atenção – se nas sensações dispersas que
procuro descrever, como a tapeçarias incógnitas, se nas palavras com que,
querendo descrever a própria descrição, me embrenho, me descaminho e vejo
outras coisas. Formam-se em mim associações de ideias, de imagens, de palavras –
tudo lúcido e difuso -, e tanto estou dizendo o que sinto, como o que suponho que
sinto, nem distingo o que a alma me sugere do que as imagens, que a alma deixou
cair, me enfloram no chão, nem até, se um som de palavra bárbara, ou um ritmo de
frase interposta, me não tiram do assunto já incerto, da sensação já em parque, e
me absolvem de pensar e de dizer, como grandes viagens para distrair. E isto tudo,
que, se o repito, deveria dar-me uma sensação de futilidade, de falência, de
sofrimento, não conseguem senão dar-me asas de ouro. Desde que falo de
imagens, talvez porque fosse a condenar o abuso delas, nascem-me imagens;
desde que me ergo de mim para repudiar o que não sinto, eu o estou sentindo já e o
próprio repúdio é uma sensação com bordados; desde que, perdida enfim a fé no
esforço, me quero abandonar ao extravio, um termo clássico’, um adjectivo espacial
e sóbrio, fazem-me de repente, como uma luz de sol, ver clara diante .de mim a
página escrita dormentemente, e as letras da minha tinta da caneta são um mapa
absurdo de sinais mágicos. E deponho-me como à caneta, e traço a capa de me
reclinar sem nexo, longínquo, intermédio e súcubo, final como um náufrago
afogando-se…
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Libro del desasosiego
Fernando Pessoa
Traducción del portugués, organización,
introducción y notas de Ángel Crespo
Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997
Barcelona (España)
Edición especial para Ediciones de Bolsillo, S. A.
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Livro do Desassossego
Fernando Pessoa
Composto por Bernardo Soares,
ajudante de Guarda-livros na cidade de Lisboa
Formatado pelo Grupo Papirolantes
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