crónica de la exposición de Francis Bacon en el Prado, 2005

Madrid, 3 de mayo de 2005

José de Segovia

El Prado nos presenta estos días una exposición sobre la pintura de Bacon

En 1953, Francis Bacon pintó su Study after Velazquez’s Portrait of Pope Innocent X,

basado en el retrato de Velázquez del Papa Inocencio X realizado en 1650.

Entre 1951 y 1965, Bacon se obsesionó con esta obra de Velazquez y pintó alrededor

de 45 variaciones sobre el tema.

Bacon intentó plasmar en sus pinturas la esencia del ser humano, que no era para él otra cosa

que una distorsión. Sus retratos no buscan por eso reflejar los rasgos físicos que podemos

encontrar en una imagen fotográfica, sino la realidad espiritual de una humanidad terrible, que

nos presenta con un horror tal, que nos asusta por su miseria, decadencia y alienación. Esa

visión desesperada pone al descubierto los instintos ocultos del hombre, que muestra como

un ser paralítico, neurótico y esquizoide. Sus personajes aparecen enjaulados como animales,

aunque no dejan de ser hombres. Es un mundo de personas que han perdido la cabeza o

gritan pidiendo ayuda.

UN PAPA EN CARNE VIVA

Dicen que había miles de reproducciones del retrato de Velázquez del Papa Inocencio X (1650)

en su estudio londinense. Formaban como una especie de alfombra sobre la que el artista

pintaba, siempre impecablemente vestido. Y aunque nunca quiso ver el cuadro original que está

en Roma, hacía variaciones una y otra vez sobre él. Cinco de ellas las podemos ver en esta

exposición. Son papas gritando, como si fueran arquetipo de un ser humano completamente

aislado, que clama en busca de redención.

El Papa de Bacon es alguien sacrílego, condenado a un infierno, en el que sufre una soledad

terrible y turbadora. Lo plasma en azules o violetas mórbidos y sombríos. No está hierático o

expectante, como en el cuadro de Velázquez, sino trepidando en una silla, con perfiles borrosos,

como carne sacudida en una gran violencia física y psíquica. Su boca abierta grita, bosteza o

se ríe en carcajadas siniestras. Este pontífice que agoniza como en una silla eléctrica, lo llega

a pintar hasta sentado delante de un buey despedazado o metamorfoseado en un babuino.

EL HORROR DE LA CRUZ



En 1933 hace la primera de una larga serie de imágenes de la Crucifixión. La verdad es que

pocos han mostrado la cruz con la violencia y brutalidad que lo hace Bacon. La exposición

arranca con Tres estudios para figuras de una Crucifixión del 44. Sus crucificados son un amasijo

de carne humana ensangrentada, colgados en cruces en forma de T. El retorcimiento y dramatismo

de estas figuras, ha hecho pensar a muchos en el Guernica de Picasso, pero reflejan la fragilidad

de la naturaleza humana.

 

 

 

 

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