A uno no acaban de encajarle ciertos aspectos de este pintor, Francis Bacon. Posiblemente sea una dificultad, 

un problema extendido. Se habla de la gran ambigüedad de su pintura, por ejemplo. Y hay mucho, mucho

escrito acerca de, en torno a, sobre todo en lo que se refiere a las múltiples historias, aventuras y anécdotas

de su biografía: asunto que más bien embarulla las cosas en vez de clarificarlas. Y, quizá en relación con 

la tendencia a hablar del personaje más que del pintor, también puedan incluirse las reacciones -que parecen

excesivas- ante sus cuadros.

Si añadimos a esta mezcla las cotizaciones que está consiguiendo en el mercado, posiblemente hayamos

identificado dos o tres ingredientes que perturban la dificultad propia de comprender qué intentó y qué

consiguió y en qué términos lo hizo. En cualquier caso, lo seguiremos intentando.

 

 

 

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Yo quiero una imagen muy ordenada pero quiero que venga por azar. 

 

Quieres que una cosa sea lo más real posible y al mismo tiempo profundamente sugestiva o que abra profundamente áreas de sensación distintas de la simple representación del objeto que pretendes hacer, ¿no consiste en eso toda arte?

 

¿Por qué no quiero contar una historia? No es que no quiera contar una historia pero deseo profundamente hacer lo que dijo Valéry: transmitir la sensación sin el aburrimiento de la transmisión. Y en cuanto aparece la historia y su explicación aparece el aburrimiento. 

 

Considero que esta violencia de mi vida, la violencia entre la que he vivido, es diferente de la violencia de la pintura; cuando se habla de la violencia de la pintura es algo que no tiene nada que ver con la violencia de la guerra. 

 

La violencia de las sugerencias dentro de una imagen misma que sólo puede transmitirse a través de la pintura. 

 

Yo siempre estoy intentando romper el proceso. La mitad de mi actividad como pintor es romper lo que puedo hacer con facilidad. 

 

Quería una imagen que coagulase esta sensación de dos personas realizando un tipo de acto sexual sobre la cama, pero me quedé completamente en el vacío y lo dejé todo a las pinceladas al azar que hago constantemente y entonces sí di con lo que se llama forma concreta. 

 

No leo mis pinturas. No sé lo que significan, no tengo una historia que contar ni siento nada cuando pinto. No hay nada que sentir. Me gusta la rigidez de la imagen, el shock: me gustaría que mis pinturas tuvieran el mismo efecto inmediato que la foto de un animal salvaje después de una cacería. Peor no sé los significados: no quieren decir nada, sólo lo que la gente lee en ellas.

 

Me da satisfacción que la gente odie mis pinturas, que le parezcan horribles. Debe haber algo en ellas si es así. Muchos creen que mis pinturas son imágenes de horror, pero yo no puedo competir con lo que sucede en el mundo real. Puedo tratar de recrearlo, es cierto: por eso creo que mis pinturas son realistas.

 

Sobre todo me interesaron las series de Muybridge sobre cuerpos deformes. Y los cadáveres siempre me gustaron, sobre todo las reses, colgadas en las carnicerías. Los colores son asombrosos, realmente bonitos.

 

Hace mucho en París me compré un libro sobre enfermedades bucales que tenía fotos preciosas. Las bocas son como un Turner. Tienen esas vibraciones y esos colores. Siempre pensé que podría pintar una boca con la misma estética de los paisajes de Monet, pero nunca lo logré. Mis bocas son por lo general negras.

 

El mejor pintor de la carne femenina es Ingres. Si no amas a las mujeres no puedes pintar algo tan hermoso como El Baño Turco. Mi actitud es distinta, porque a mí me gustan los hombres: la carne masculina es muy interesante, me gusta la calidad de esa carne. Los dibujos de Miguel Angel en este sentido son insuperables: le aplicó a la carne del hombre voluptuosidad.

 

Mi padre me enseñó urbanidad, me dijo que los automovilistas deben dar paso al peatón y los peatones a los animales salvajes que no comprenden el significado de las luces. Yo fui siempre muy civilizado y no entendía la pasión por las perras de mamá, la pasión de papá por las perras de mamá, la pasión de las perras, las perras de la pasión, yo no entendía.

 

 

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BACON-1959-Miss-Muriel-Belcher

 

 

 

 

Francis Bacon
Miss Muriel Belcher, 1959
© The Estate of Francis Bacon.
All rights reserved, DACS 2016.
Oil on canvas
74 x 67.5 cm
Private Collection

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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