francisco umbral

 

[animales sagrados]

 

el cine o luis garcía berlanga

 

 

 

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Cuando eran recién casados, María Jesús y él vivían en Chamberí, de pobres, y todas las noches se iban a un cine del barrio
a ver un programa doble en sesión continua.

Así es como Luis Berlanga aprendió a hacer cine.

 

-A las mujeres no les gusta follar, Paco.

-¿Pues qué es lo que les gusta a las mujeres?

-Yo qué sé. Tú eres un ingenuo. Crees que a las mujeres les gusta follar, pero no les gusta nada. Les gusta hablar y comprarse cosas. No sé lo que les gusta.

 

 

Berlanga empezó haciendo cine de situación. Quiero decir que las situaciones eran bonitas, cinematográficas, interesantes.
Así, Los jueves, milagro. Era una época en que estaban de moda las películas milagrosas:
Milagro en Milán, de De Sica, me parece.
Milagro a los cobardes, de Manolín Pilares, que era un asturianín rojo y ferroviario que hizo buenos guiones. Andaba de boina por la vida literaria y escribía un diario interminable, que no se ha publicado jamás (Manolín se nos fue en un suspiro), y unas aleluyas navideñas llenas de mala leche, que nos enviaba por navidades.

 

Berlanga, sí, empezó haciendo cine de situación. El humor de frase, de ocurrencia, de diálogo muy intencionado, es un salto cualitativo en su cine. Un salto que viene de Rafael Azcona, el mejor guionista que ha tenido España jamás.

Azcona hizo una novela, Los europeos, que estaba muy bien, y se inventó en La Codorniz de los cincuenta «el repelente niño Vicente», un empollón gafitas cuya gracia estaba en que contestaba siempre en clase con toda precisión, dando la fórmula química, científica o latina con una puntualidad que nos hacía mucha gracia a los alumnos de respuesta ignorante y barullona.

Luego, Azcona dejó la literatura por el cine. El cine da más dinero y, sobre todo, permite el anonimato del guionista, dado el gran protagonismo del director, como antes fuera el protagonismo de la estrella, cuando el star/system, que dicen entre ellos.

 

-¿Y por qué buscaba Rafael Azcona el anonimato?

-Eso sí que ya no lo sé.

 

Bueno, sé que es tímido, incapaz de dar una conferencia, retraído, íntimo, genial, nada vanidoso, demasiado inteligente para la pretenciosidad.

 

También hay la etapa en que Berlanga colabora con Bardem. Son el comunista y el ácrata. Bardem quiere dejar siempre su mensaje comunista en cada película, aún contra la censura de Franco. Berlanga también deja su mensaje, que es escéptico, irónico, descreído, indiferente, desesperanzado y humorístico.

Así nació Bienvenido, míster Marshall, una crítica de los americanos de posguerra, que discriminaron mucho a España como último bastión (todavía se decía «bastión») del derrotado fascismo europeo. Qué cosas.

Al fin, Bardem y Berlanga se separaron amistosamente. Bardem hizo sus películas de compromiso, Muerte de un ciclista, Calle Mayor, Nunca pasa nada, Cómicos, etc. Berlanga hizo películas poéticas como Calabuch.

 

-A las mujeres no les gusta follar, Umbral.

 

El verdugo es quizá la película más dura, entera, beligerante y hermosa (una hermosura negra) de Luis.
Con Pepe Isbert y Emma Penella. Resulta que se había separado del rojo y era él mucho más rojo. Bardem le definía como «un fanfarrón inverso»:

 

-Luis es un fanfarrón inverso. Presume de lo negativo. Presume de no saber, de no follar, de no triunfar, de no enterarse,
de no tener salud, de no valer, de no servir…

 

La fanfarronería inversa me parece una sabia manera de vivir, más galaica que valenciana, y Luis es de Valencia. Pero lo practica igual.

 

-A que tengo más enfermedades que tú, Paco.

 

 

Estuvimos haciendo recuento de nuestras enfermedades. Cuando vio que le superaba por unas cuantas faringitis, arrojó el órdago:

 

-Pues te jodes, Paco, que yo soy heredosifilítico y puedo tenerlo todo.

 

María Jesús ponía el grito en el cielo de Somosaguas, porque Luis no es heredosifilítico para nada. Pero cada uno se lo monta como puede. El verdugo es una película en blanco y negro, y no me refiero sólo al color, naturalmente. Es la vida en blanco y negro, la vida y la muerte, el amor y el luto, el verdugo bueno y lo mala que es la gente. El costumbrismo queda aquí gloriosamente superado por el tremendismo, pero un tremendismo más sugerido que explotado. Un filme genial, o sea.

Plácido sí es costumbrismo. Los enemigos de Luis dicen que es un costumbrista. De los genios siempre hay que decir algo.
Y más si viven en Somosaguas. El costumbrismo -Lauro Olmo- fue una manera como otras de luchar contra la censura. El costumbrismo tiene una tradición aplaciente, aunque ahí está Larra. Lo de Luis era costumbrismo crítico.

 

 

Plácido, con el expresivo y desaparecido Cassen, que tiene un isocarro, es una película navideña llena de veneno crítico y denuncia sonriente. Lo que no sabrá Luis. El público adora esa película que es como el poema amargo de unas navidades negras, con Manolito Alexandre haciendo un cojo cabrón e inolvidable.

 

Por casa de Luis y María Jesús, por su chalet de Somosaguas, iban gentes como el inevitable Azcona, el genial Alfonso Sánchez, grande y olvidado cronniqueur de quien tanto aprendí como columnista, ese periodista siempre actualísimo, vivo y ya magistral que es Ángel S. Harguindey, y José Vicente Puente.

 

 

Alfonso y José Vicente eran dos epígonos de la generación de La Codorniz, dos hijos naturales de Mihura y Tono. Puente fue gran conversador, buen guionista, fino humorista y mal comediógrafo. «Llevaba el chal», que hubiera dicho Stendhal, a las mujeres de los setenta, desde Lucía Bosé a Nuria Torray. En sus últimos tiempos hacía en Informaciones unas columnas deportivas de gran finura literaria. Autor del primer gran bestseller de posguerra, la novela Una chica topolino.

 

«Luis filma lo que vive, mueve la cámara en torno y acierta»

 

JVP fue, ya digo, un conversador inolvidable. Una vez estábamos en una cena de lujo y llegó el camarero con la lubina:

-¿La lubina para quién, por favor?

Se levantó el hortera rico de la época:

-Servidor.

José Vicente y yo nos miramos:

-Vámonos, Paco. Esta cena ya no hay quien la levante. Es mejor irse a la cama.

 

Nos fuimos de copas y de chicas, abandonando el cadáver de la termidor. O lo que fuese.
En casa de Luis conocí a Sisita Milans del Bosch, una cosa que no olvidaré en mi vida. Ella tiene el humor de aquellos genios
de La Codorniz, aunque no creo que tenga edad para haber leído nunca La Codorniz. Un día me dijo en una cena de fabada:

 

-Yo no tomo fabada, Paco, que la fabada luego te cuenta su vida toda la noche.

 

Sisita, la musa de Ginés Liébana, ese cordobés fino, es un amor imposible para toda la vida. Para toda la vida por eso, por imposible. Tengo observado que Luis hacía cine de pobres cuando salía con pobres (los del Café Gijón) y empezó a hacer cine de ricos cuando ya salía con ricos: de aquí nace la saga de La escopeta nacional. Quiere decirse que Luis filma lo que vive, mueve la cámara en torno y acierta. Tiene «el ojo salvaje» de los surrealistas.

 

Nadie ha hecho, en cine ni en novela, como él, la crónica del tardofranquismo, la transición de los falangistas al Opus, de Solís a López Bravo. Y todo en el transcurso de una cacería. Su culebrón de la familia Leguineche, con todos los tics económicos y sociales de una aristocracia frustrada por el advenimiento de «una monarquía social», es una serie maestra, no igualada por nadie en novela. Esto requiere, aparte de la grandeza artística, una fina observación de la vida social, de la jet, el gratín, la pomada y todo eso.

 

Porque Luis es un despistado al que no se le escapa nada.
Como Fellini, ha decidido crear personajes a partir de seres reales. Así, Luis Escobar, en quien siempre le interesó más el hombre que el actor. O Vilallonga. O Ciges, hijo del famoso novelista porno de los años veinte. Este procedimiento revoluciona el cine, invierte los valores y profundiza la verdad. Hay por la calle criaturas mucho más cinematográficas que las que da el cine. Aprovechémoslas.

 

 

En esto, Almodóvar (y en otras cosas) es discípulo de Berlanga, y yo puedo decirlo porque no soy sospechoso en cuanto a mi total almodovarismo. Ahora, Luis ha terminado una biografía de su paisano Blasco Ibáñez, para la televisión.

 

-Me gusta mucho que hayas elegido a Blasco, Luis. Está injustamente olvidado.

-Su vida es muy cinematográfica.

-Y su literatura tiene momentos muy altos, como La Catedral o los cuentos valencianos.

-No le perdonaron que fuese republicano.

-Ni que triunfase en Hollywood.

-Ni que tuviera una villa en Menton.

-Luis, te voy a dejar las memorias de Cossío, donde hay un capítulo admirable dedicado a Blasco en París.

 

 

La verdad es que Blasco nos queda hoy un poco de cretona. Sólo se salva su republicanismo, su cromatismo valenciano.
Su anticlericalismo es galdosiano, antiguo, y su cosmopolitismo es de nuevo rico. En su novela A los pies de Venus hay Venus de mármol con los labios pintados de carmín. No sé si Luis saca eso en su peli. Pensó hacer en Menton una villa llena de los bustos de los grandes escritores que a él le gustaban, claro, como Balzac, pero González-Ruano y yo hemos visitado eso y da un poco de risa.

 

En cuanto a la fundación para escritores, garito de hospicianos o tobogán de hambrientos, como hubiera dicho Cela,
y como lo intentó también Felipe Trigo, hay que decir que esos orfanatos literarios nunca funcionan y además son mentira.
Pero estoy seguro de que la serie de Luis para la tele va a ser un éxito y nos va a dar un Berlanga inédito, el director documental y biográfico, el que sabe contar en serio una vida real, sin recurrir al esperpento amable de toda su cinematografía.

 

Por navidades, Luis y María Jesús tenían la hermosa tradición de mandarnos a la dacha una caja de naranjas de sus posesiones valencianas. Un día Luis me confesó la verdad:

 

-Mira, Paco, yo no tengo naranjas en Valencia, ni nada, de modo que las que te llegan las compramos María Jesús y yo en Labrandero.

 

Labrandero es una tienda del pueblo. Le dije a Luis que no me enviase más naranjas. Luis y María Jesús tienen un hijo que es columnista privilegiado del ABC, traductor de Bukowski y más cosas. Un día nos lo dijo:

 

-Mi padre y tú no entendéis a Bukowski porque sois unas carrozas.

 

Luego, Jorgito Herralde, Anagrama, me ha mandado una antología del americano donde está el primer Bukowski, prosista y poeta de repentino y macizo talento. Pero el hombre se comercializó y la comercialización le llevó a la muerte. Luis y María Jesús tienen otro hijo pegamoide y otro de la radio y otro… Muchos.

 

-Mira, Berlanguita, era más literario Henry Miller.

-Y una mierda.

 

Siempre espera hacer una peli de una novela mía, pero siempre las encuentra demasiado literarias. Es que uno no escribe pensando en el cine, como tantos.

¿Y Tamaño natural, su gran película erótica? Las muñecas que utilizó para esta peli las tiene en el sótano del chalet.
Le he pedido la más guapa, pero siempre se niega.

En el fondo las ama.

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