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El diagnóstico
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Podría jurar que el ojo del clínico
invadido por tanta certeza
penetraba con gozo la radiografía
de mis pulmones enturbiados en exposición
como a la vista de un Picasso
que revelara la pesadilla de una demolición.
En la placa traslúcida descifraba
la intención mortal de sus sombras, el código
de las manchas letales en mi propio destino,
una ciega perfidia en el tejido desordenado.
Como si recorriera el espacio
de una incongruencia artística
el clínico absorbía ante el negativo
una especie de perfección en la locura.
Y cuando volvió la cabeza, hacía rato
que yo estaba atrapado. Así que no tuve prisa
de leer en su ojo neutral, la conjura
que concluía su obra en mi naufragio
y en la madura fatalidad de mi osamenta.
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Joaquín O. Giannuzzi
en Cabeza final
3. Naufragios del futuro
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