amours

Toi que je ne sais où atteindre et qui ne liras pas ce livre.

Qui as fait toujours leur procès aux écrivains,

Petites gens, mesquins, manquant de vérité, vaniteux,

Toi pour qui

Henri

Michaux est devenu un nom propre peut-être semblable en tout point à ceux-là qu’on voit dans les faits divers accompagnés

de la mention d’âge et de profession,

Qui vis dans d’autres compagnies, d’autres plaines, d’autres souffles,

Pour qui cependant je m’étais brouillé avec toute une ville, capitale d’un pays nombreux,

Et qui ne m’as pas laissé un cheveu en t’en allant, mais la seule recommandation de bien brûler tes lettres, n’es-tu pas pareillement

à cette heure entre quatre murs et

songeant?

Dis-moi, es-tu encore aussi amusée à prendre les jeunes gens timides à ton doux regard d’hôpital?

Moi, j’ai toujours mon regard fixe et fou;

Cherchant je ne sais quoi de personnel,

Je ne sais quoi à m’adjoindre dans cette infinie

matière invisible et compacte,

Qui fait l’intervalle entre les corps de la matière

appelée telle.

Cependant, je me suis abandonné à un nouveau

« nous ».

Elle a comme toi des yeux de lampe très douce,

plus grands, une voix plus dense, plus basse

et un sort assez pareil au tien dans son

début et son cheminement.

Elle a… elle avait, dis-je!

Demain ne l’aurai plus, mon amie

Banjo.

Banjo,

Banjo,

Bibolabange la bange aussi,

Bilabonne plus douce encore,

Banjo,

Banjo,

Banjo restée toute seule, banjelette.

Ma

Banjeby,

Si aimante,

Banjo, si douce.

Ai perdu ta gorge menue,

Menue,

Et ton ineffable proximité.

Elles ont menti toutes mes lettres,

Banjo… et maintenant je m’en vais.

J’ai un billet à la main : 17.084.

Compagnie

Royale

Néerlandaise.

Il n’y a qu’à suivre ce billet et l’on va en

Equateur.

Et demain, billet et moi, nous nous en allons,

Nous partons pour cette ville de

Quito, au nom de couteau.

Je suis tout replié quand je songe à cela;

Et pourtant on me dira :

«Eh bien, qu’elle parte avec vous. »

Mais oui, on ne vous demandait qu’un petit miracle, vous, là-haut, tas de fainéants, dieux, archanges, élus, fées, philosophes,

et les copains de génie

que j’ai tant aimés,

Ruysbroek et toi

Lautréamont,

qui ne te prenais pas pour trois fois zéro; un tout petit miracle qu’on vous demandait, pour

Banjo et pour moi.

Amores

Tú, que yo no sé donde alcanzar y que no leerás este

/ libro,

que siempre has hecho la guerra a los escritores, pequeños, mezquinos, faltadores a la verdad, vanidosos, tú, por quien Henri

Michaux ha llegado a ser un nombre

/ propio

parecido tal vez en todo a aquellos que se ve figurar

/en los hechos más

diversos acompañados de la mención de la edad y

/de la profesión,

que vives en otras compañías, en otros planos, en otros

/hálitos,

por quien sin embargo yo me he malquistado con toda

/una ciudad,

capital de un país numeroso, y que no me has dejado un cabello al irte, sino la sola

/ recomendación

de quemar tus cartas, ¿no estás tú igual que yo a esta hora entre cuatro muros y pensando?

Dime, ¿sigues hallando divertido coger a los jóvenes

tímidos con tu suave mirada de hospital?

Yo tengo aun mi mirada fija y de loco,

buscando no sé qué de personal

un no sé qué al cual adherirme en esta limitada materia

/invisible y

compacta

que hace de intervalo entre los cuerpos de la materia

/propiamente tal.

Sin embargo, me he abandonado a un nuevo «‘nosotros». Ella tiene como tu ojos de lámpara, muy suave, más

/grandes,

una voz más densa, más baja y una suerte bastante

/parecida a

la tuya en su comienzo y en su encaminarse.

¡Ella tiene… tenía, digo!

Mañana ya no tendré a mi amiga Banjo,

Banjo,

Banjo,

Bibolabanja la banja también,

Bilabuena más suave aún.

Banjo,

Banjo,

Banjo que ha quedado solo, banjeleta, mi Banjeby,

tan amante, Banjo, tan dulce, he perdido tu garganta menuda, menuda

y tu inefable proximidad.

Todas mis cartas han mentido, Banjo… y ahora me voy.

Tengo un pasaje en la mano: 17.084.

Compañía Real Neerlandesa.

No hay más que seguir a este pasaje y se llega al

/Ecuador.

Y mañana, pasaje y yo, nos vamos,

partimos para esa ciudad de Quito, con nombre de

/ cuchillo.

Me repliego entero al pensar en esto,

Y sin embargo se me dirá:

«Y bien, que ella parta con usted»,

Pero claro, no se os pedía más que un pequeño milagro,

/a ustedes

allá arriba, pedazos de holgazanes, dioses, arcángeles,

/ elegidos,

hadas filósofos, y los camaradas de genialidadi

a quienes tanto he querido, Ruvsbrock y tú

/Lautréamont,

que no te tienes por un cero a la izquierda; un muy

/pequeño

milagro que se os pedía, para Banjo y para mí.

Henri Michaux

(Traducción de Waldo Rojas)

Poesía Universal
traducida por poetas chilenos

Antología

Selección de

Jorge Teillier

Editorial Universitaria

2ª edición

Santiago de Chile 

julio 1998


 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir