Imagina la vida sin el hombre;
ninguna especie en movimiento.
Las estrellas penden del vacío
emitiendo la luz de su silencio,
las flores se aferran a la tierra
dejando escapar el aroma de su pensamiento,
el mar sin memoria, el viento sin discurso.
Solo las hojas con su nerviosa rotación y desasimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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1 Comentario

  1. NdAlfonso

    Puedo sentir bien, bastante bien, me parece, esa vida
    del universo sin hombres que el poeta presenta; una vida
    sin conciencia, las flores que nadie ve, con su aroma que
    nadie huele.

    Cuando era niño y veía en televisión la serie de Kung fu,
    el Maestro le hablaba al discípulo de un árbol que caía
    en medio del bosque pero nadie —nadie— oía el ruido
    del árbol que caía. Nadie —nadie— oye el ruido del árbol,
    insistía el Maestro, y sin embargo, el árbol cae.

    Recuerdo bien que yo no podía creer, no podía entender
    o aceptar cabalmente que, en efecto, el árbol cayera y que nadie
    —nadie— oyera el ruido de su caída, que era precisamente la
    enseñanza del Maestro: la realidad no necesita del hombre
    para suceder; aunque no hubiera hombres que pudieran
    oírlo, el árbol caía en el bosque, entre árboles.

    Julio Cortázar escribió:
    Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto
    le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer
    en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas
    o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no
    entra nadie, nunca.

    Cuando lo leí, no pude creer, no podía entender o aceptar
    realmente que existiera un lugar en el que nunca nadie hubiera
    entrado: era exactamente la misma imposibilidad del árbol
    que cae aunque nadie escuche su caída. Cortázar, como el
    Maestro, me hizo caer en la cuenta de que la realidad no
    depende de la conciencia del hombre; sino que sucede en
    cualquier caso, implacable, aunque no hubiera testigos humanos.

    El poema repite, para mí, la misma experiencia. Aunque al
    principio siento la tranquilidad del universo sucediendo
    naturalmente, cuando llego al verso que nombra el mar
    sin memoria, me invade una inmensa soledad, esa tristeza
    de los lugares no vistos nunca por nadie.

    El último verso, sólo las hojas rotando nerviosas y desasidas,
    me hace sentir, directamente, el horror de un universo
    sin hombres.

    NdAlfonso

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