isabel bono
ve con pies de plomo y
podrás caminar sobre el agua
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‒Tienes que ser un gato.
Me lo advirtió con palabras de Bukowski.
Sabía que sólo así podría tomármelo en serio.
Dijo que le gustaban los libros
porque cuando dejabas de mirarlos
no cambiaban de opinión, que había que mirar las cosas
como se mira la página de un libro. Me lo puso fácil.
Así fue como empecé a leer
entre las líneas de su camiseta,
a escribir mis mejores versos
sobre las líneas de su camiseta,
a mirarlo como si su corazón viviera codificado
bajo las líneas de su camiseta.
xxxxxx‒¿Aclarado? ‒preguntó él con dureza.
xxxxxx‒Centrifugado ‒contestó ella.
Darling, otra vez se te ha olvidado poner suavizante, pensé.
A partir de hoy rascarán nuestras sábanas
cuando hablemos de amor.
Da igual lo que se haya perdido,
estaríamos aquí de todos modos
haciéndonos quizá menos preguntas
o preguntas distintas pero, aquí y ahora.
Si no hubiese sido
por aquellos extraños comportamientos
provocados por el frío, él no hubiera dicho (ahora):
xxxxxx‒¿Terminamos?
Se esfuerza en no entonar la voz.
Sin duda se refiere al vídeo del último viaje.
Árboles amarillos, peces rojos, cielo gris.
De espaldas parezco diez años más joven.
Al llegar a la estatua del arquero nos separamos.
xxxxxx‒Nada es tan importante como para marcharse.
Hubiera dado la mitad de mi vida
(ahora) por oírte decir (entonces) esas palabras.
No me dejo agarrar por la melancolía
o es mi corazón de piedra
al mando de todos mis movimientos.
O son sus trajes hechos a medida.
O es la luz de los domingos, poco calculadora.
No contaba con esto. Mi idea de futuro
no preveía iniciales en el bolsillo del pijama.
Te coserá sus iniciales a la piel,
decía aquella canción tan triste.
Debí prestar más atención: shock
xxxxxx‒Lo sé todo ‒dijo ella
xxxxxx‒ahora sé que me amas con palabras de niño (gusano).
No creo en el futuro, sin embargo
me pruebo estos pantalones pensando en un posible viaje.
Te ha crecido tanto el pelo
que no tengo más remedio que creer en el futuro,
podías haber dicho y todo se habría solucionado.
No hubiesen hecho falta iniciales, pantalones
ni casa con gato.
Apagué la tele, la estufa y la luz.
Mientras oigo como se cepilla los dientes
espero a oscuras en el sofá. Suena la cisterna.
Me vuelve a tocar echar la llave
recoger las toallas de las cuerdas
dejar la cafetera lista para el desayuno.
En el dibujo del azucarero había un poema (desconchón).
Lo rozó con la yema del dedo
como quien intenta salvar la vida
a un insecto ahogado en una taza de leche.
xxxxxx‒El estómago se me cae a pedazos ‒dijo él.
xxxxxx‒Se me cae la casa encima ‒dijo ella.
Si quieres cómete las uñas, no pienso guisar para ti
le hubiera respondido antes de servir las tostadas.
A esas horas toda la ciudad
(y el amor) azul en las baldosas del cuarto de baño.
Satie, Barber y Tracy Chapman nos distraían del frío.
Primero fue el mar. Después el viaje más cansado
más largo, más oscuro.
Partir no significaba darse por vencido.
xxxxxx‒Somos nudos de árbol destinados al fuego.
Nunca supe cómo llamarte. Inventé más de cien nombres
a los que ni siquiera respondías volviendo la cabeza.
Cuando me hablaste de un viaje más allá de la tierra
más allá del mismo mar supe que te llamabas como yo.
Tú no sabías remar. Como yo iba desnuda
no pude hacer una vela con mi vestido.
xxxxxx‒Confío en la lluvia.
La lluvia no rinde culto a reyes ni dioses.
La lluvia se espanta con los brazos
pero nadie puede invocarla. Así era su presencia.
Alguien me dijo que había vuelto a la ciudad
que caminaba con los ojos fijos al suelo: ni siquiera él
hubiese reconocido mis zapatos después de tanto tiempo.
En el diccionario enciclopédico decía:
El fantasma de una magnitud que ha dejado de existir.
Pensé: No te vayas cada vez más cerca del cielo
que la tristeza no sabe de pasos de cebra
ni de manos en los bolsillos. Pero dije:
xxxxxx‒La entropía señala el curso del tiempo.
Y es que con el tiempo aprendimos a estar conformes
a no gritar palabras vacías, breves, absurdas.
A volar en vertical, desordenados, confusos, dóciles.
Ella pudo decir no.
xxxxxx‒Todavía no tengo tiempo para deseos
xxxxxxpero no tengo deseos de verte.
Eso pudo decir antes de colgar el teléfono.
Pero dijo así y bajó a la playa.
Así supo (arena dentro)
mientras se acercaba (arena bajo sus pies)
a un hombre de espadas (arena en los ojos)
que la humedad y el miedo son una misma cosa.
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O es la luz de los domingos, poco calculadora
(y el amor) azul en las baldosas del cuarto de baño
ni siquiera él
hubiese reconocido mis zapatos
después de tanto tiempo
volar en vertical, desordenados, confusos, dóciles.
Ella pudo decir no
Mi idea de futuro
no preveía iniciales en el bolsillo del pijama
Te coserá sus iniciales a la piel,
decía aquella canción
Lo sé todo ‒dijo ella
ahora sé que me amas con palabras
de niño (gusano)
Así supo
(arena dentro)
mientras se acercaba
(arena bajo sus pies)
a un hombre de espadas
(arena en los ojos)
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Isabel Bono
Pan comido
Madrid; Ed. Bartleby, 2011
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