Muchacha leyendo. Es la sencillez, la limpieza de la foto lo que la hace, tal vez, agradable, atractiva.

La secuencia temporal lógica nos dice: Isabel ha llegado al bloque de cemento, ha puesto su chaqueta

de cuadros y botones para no mancharse el vestido y para que el culo no se le enfríe y se ha sentado

encima, con las piernas cruzadas, a leer.

‘Construye tu película sobre el blanco, el silencio y la inmovilidad’ –dijo el poeta-.

Isabel ha recogido las antenas que usa para la vida, para la calle, para ir y venir por el mundo y ha bajado

la cabeza para leer una revista o un cuaderno que tiene sobre las piernas cruzadas.

Tal vez está rodeada de hormigas que la desean desde la hierba, pero ella, indiferente, va procesando

la información, los datos, las palabras que lee.

No necesita moverse, ni desplegar las alas, ni siquiera sospechar, ni oponerse: le basta con ir leyendo

para que algo, en su interior, cambie. Se dice que hay personas que se creen que porque saben leer

y escribir, saben leer y escribir. Confiamos, claro, en que Isabel sepa leer y no esté sólo recorriendo

palabras al galope y dejando, en cambio, la esencia del texto en el papel para alimento de las moscas,

o dejando todo lleno de las mariposas malheridas o muertas de una lectura a tropezones.

Está hermosa de piernas y de piel, escoltándose a sí misma, concentrada y unánime, haciendo

su eternidad semanal.

 

 

 


 

 

 

 

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