john ashbery
mirto
Qué gracioso sería tu nombre
si pudieras seguir si volvieras a donde
la primera persona pensó en decirlo
nombrándose así, o tal vez algunas
otras personas lo pensaron
para nombrar así a esa persona. Eso sería
como seguir un río hasta su fuente,
lo que sería imposible. Los ríos no tienen fuente.
Simplemente aparecen de pronto en un lugar
donde se ensanchan, y pronto un verdadero
río llega, con peces y escombros,
suntuoso como te gusta, pero alguien
ya le ha dado un nombre: St. Benno
(los santos son populares para este propósito) o,
o algún otro nombre, el nombre de su
novia perdida hace mucho tiempo, que vuelve
al final para hacerse pasar por ese río,
en un escenario, su voz sonando
como el lecho, su ropa de arena
y papel pegado, una obra de tecnología real,
mientras ella está pensando todo el tiempo, Puedo
hacer lo que quiera. Pero quiero quedarme aquí.
myrtle
How funny your name would be
if you could follow if back to where
the first person thought of saying it,
naming himself that, or maybe
some other persons thought of it
and named that person. It would
be like following a river to its source,
which would be impossible. Rivers have no source.
They just automatically appear at a place
where they get wider, and soon a real
river comes along, with fish and debris,
regal as you please, and someone
has already given it a name: St. Benno
(saints are popular for this purpose) or, or
some other name, the name of his
long-lost girlfriend, who comes
at longlast to impersonate that river,
on a stage, her voice clanking
like its bed, her clothing of sand
and pasted paper, a piece of real technology,
while all along she is thinking, I can
do what I want to do. But I want to stay here.
The New Yorker, March 15, 1993 P. 92
[John Ashbery began publishing poetry
in The New Yorker in 1972]
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