JULIETA VALERO
Que concierne
Epílogo de María Salgado
Madrid, VASO ROTO, 2015, 104 pp.
Juan Carlos Abril
Universidad de Granada
LECTURA Y SIGNO, 13 (2018), pp. 231-263
Tras la lectura de Que concierne, de Julieta Valero (Madrid, 1971), acabamos comprendiendo
el espesor de las cosas, las situaciones de la vida, y extraer poesía de todo ese cúmulo de
circunstancias no se presenta como tarea fácil:
«Como casi todo, tenía miga porque honda es la condición de la materia»
(de «Y entró en vigor la ley», p. 81)
Una prosa poética que se articula en la mayor parte del poemario en bloques desde una actitud
reivindicativa, crítica y con un trasfondo ideológico de alta tensión social, poniendo en juego
un «nosotros» frente a los agónicos abismos del yo trascendental:
«Pero si hablar de mí ya no procede…
¿Dónde veré reflejado el modo en que no existo?
Qué será de la Navidad si prohíben las luces?
Y cómo darías conmigo tú,
entrenada para rastrearme
en los bajos de nuestros antepasados»
(de «Ficción con el dedo corazón. Alta velocidad», p. 12)
«Donde la abstracción pierde pie, pisa marcial la estulticia.
Camisetas jubiladas rezan: “Respirar también es testimonial”»
(de «Compromiso», p. 19)
A partir de esa visión crítica del mundo, nada conformista, se despliega un lenguaje rompedor
y una «avantgarde intrepidísima» (p. 13) que posee dos frentes al menos, dos caras de la misma
moneda morfosintáctica, esto es una sintaxis distorsionada, brechtianamente extrañada, tan
común en sus constantes idas y venidas, juegos y recursos, superposiciones de planos,
acumulaciones semánticas, flash-backs, elipsis, paréntesis:
«Las ciudades, las personas con río, no es fácil orientarse, siempre interior,
siempre orillando.
Otra cosa es el sentido, ahí la retina mesetaria concede:
aguas ganan, aguas deben ganar.»
(de «Boda en Toulouse», p. 35)
y la creación morfológica: «vialácticamente» (p. 39), «sopraneábamos» (p. 45), «fondoazul»
(p. 48), entre otras que podríamos citar. En su «Epílogo», María Salgado apunta la
pertenencia de Julieta Valero a la línea ashberyana:
«Siempre me ha encantado cuando el sonido Valero entra en la isoglosa de John Ashbery,
es decir, cuando aparecen estas frases de sintaxis intachable pero oblicuidad semántica
pronunciada y se van acumulando por yuxtaposición» (p. 93).
Este punto de partida o concepción originaria que sirve para espolear los temas y los
ejes matriciales que van desplegándose y entroncándose, conectándose con las diferentes
partes y poemas, se complementa con una conciencia autorreferencial y metaliteraria de
la tradición y el propio lenguaje poético, en una parodia a veces, o identificación que
dialoga con el canon del centro y de los márgenes, a modo de glosa, con a fluencia de
elementos heteróclitos que convergen en el texto:
«Chapoteando de expectativa en la clandestinidad,
la célula poética trabaja en su lanzamiento al mundo:
“ahora –piensan– todos esos críos expertos en virtualidad
no serán capaces de ignorarnos”»
(de «Definición de tradición, Metralla orgánica», p. 28)
Esta alta tensión, por tanto, del poemario, plantea una mirada revolucionaria y
performativa que desde la primera composición se adscribe a la llamada
#spanishevolution
(de «Previo al Sol», p. 9)
salpicando de nociones que se van expandiendo.
Así podría resumirse el concepto social básico que nos impele, desde el yo
al nosotros, porque
«una multitud tiene su centro en cada una de sus partes»
Se apela a una «Nueva minería» (p. 11) expresada, puede ser, por el movimiento
15-M y todas esas mareas ciudadanas y reivindicativas que han zarandeado la
sociedad española en los últimos diez años, desde el comienzo de la crisis y la
ola neoliberal que ha dado un golpe de gracia a los derechos conquistados:
«El cobre permanece ahí, dormido, pero la mina sigue siendo el hombre
y ayer golpearán a cuantos se atrevan a rodear el Congreso»
Ese «Sol» con mayúscula que aparece en algunas ocasiones, se refiere
sin duda a la Plaza del Sol madrileña, epicentro de esas protestas del movimiento
de los indignados, que desde 2011 a 2015 fue un modelo cívico y pacífico frente
a la opresión del sistema.
«Rosa Luxemburgo vuela desde el puente»
(de «Berlinale», pp. 14-15)
vigilando «el extintor de la demagogia» (p.14)
y la banalización y superficialidad de una sociedad de revistas de moda
(de «In Vogue», pp. 17-18)
«Algunos piensan aún en un canto, un largo canto colectivo»
(de «Sampler», pp. 20-21)
porque el «nosotros» es todavía posible. De ahí que aparezca ese «nos»
en repetidas ocasiones, en
«transexual periferia del lenguaje» (p. 21)
abarcándolo todo.
La poesía, es decir el logos elevado a la enésima potencia, nos salvará, o al menos
lo intentará, con sus posibilidades expresivas.
El lenguaje como explicación última del mundo, materia que nos forma y nos configura,
con sus fallas y problemas, pero al fin y al cabo certeza comunicativa, realidad
asertiva y sensible:
«Ahora que los días se van sucediendo con la frialdad de los días que se van
sucediendo puedo decir, sin rencores de ninguna especie, que eres cuanto
la vida me quiso trasladar.
Y entonces se levanta, para la gramola, se mete con discreción en su nota al pie»
(de «A partir de una isla», p. 26)
El recurso textual es el refugio, el código es la poesía y, su residencia, la escritura.
«¿Poesía como músculo de la conciencia?»
(de «Esa roca», p. 30)
se pregunta la voz verbal, que se autoconcibe en
«este orillarnos, ustedes frente a mi liquidez,
mis palabras insustituibles por un azar histórico»
(de «S. E. P. [Síndrome de Estrés Postraumático]», p. 44)
en la modernidad líquida, en las identidades cambiantes, y en un cuestionamiento.
Se debe sobrevivir con la imaginación como salida, no con la conciencia
sino con la imaginación:
«Nos asista la imaginación» (p. 30)
«Esta violencia interior, chancla de mi magnificencia, caballo
sobre sus patas traseras, mi imaginación»
(de «La versión oficiosa. Mi imaginación», p. 72)
Lejos de cualquier ingenuidad, Julieta Valero sabe que
«la marca de género ahorra adjetivos»
(«riqueza privada, miseria pública», p. 31)
y la dialéctica individual/colectivo debe solventarse con una reformulación
de los postulados clásicos o tradicionales desde un punto de vista dialógico,
que incluya a la mujer, y la presencia de lo femenino es muy importante —decisiva,
primordial, debería decirse— en todo el poemario, una propuesta inclusiva
y rupturista que plantee una nueva moral —entiéndase «otra»— distinta a la Norma,
como en
«La familia no es lo que era» (pp. 67-68)
en la que no faltan dosis de humor, de nuevo, o distancia irónica, que trata de plantar
cara al futuro que contiene todos los pasados, y la acumulación de los errores
precedentes:
«Este es el olor de los que insisten. En su caja
abdominal el silencio tras todas las bombas de todas
las guerras. Me sonríe ambulatoria.
La flor del siglo XX, el loto de sus pies.»
(de «Viejina», p. 33)
De ahí ese «Que concierne» del poema que da título al libro, es decir una nueva
—entiéndase «otra»— asunción de las responsabilidades colectivas y una actualización
de la individualidad, que debe recomponerse y encontrar sus propias de niciones
y espacios en el mundo de hoy, para
«contra todo pronóstico pactar con el futuro»
y de ahí ese bebé o recién nacido, in vitro, que responde a una nueva realidad
y una nueva propuesta de vida, un nuevo individuo en el mundo que, sin
ingenuidades, sabe que
«Los niños vienen de aquí; no de la ilusión del crecimiento infinito;
nunca del desprecio por el público sector»
Muchas más cosas y vetas se podrían entresacar de este denso Que concierne, y muchas
derivaciones nos llevarían muy lejos, pero el lector debe descubrir por sí mismo la complejidad
y la intensidad de este poemario, un volumen que no defraudará a los amantes de poesía de
alto voltaje, en este caso de una autora imprescindible en el panorama actual español que a
buen seguro nos seguirá regalando muestras imperecederas, como esta.
ñ
0 comentarios