julio espinosa: cetáceos
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cetáceos
A Ana Chicote
Llegas tú, ola, espuma, ballena blanca,
y las palabras son una red que resplandece en los ojos,
que caza los resquicios mudos
que quedan dispersos en los huecos del aire.
Tú, con tu ronroneo en medio de la ceniza,
levantas un faro muelle,
tiempo donde todo es abrazos y palabras.
Las manos buscan en lo oscuro signos,
grietas o fisuras por donde se entrevé la luz:
los pequeños saltos del gorrión,
el culo de los perros en su viaje a ninguna parte,
los saltos felices de los gatos felices sin sonrisas.
Es entonces la noche misma un pliegue,
su negrura, la evidencia de todo deslumbramiento,
el silencio, un texto blanco escrito en los márgenes
de los días que le dan sentido a los días mismos.
Queda el océano abriéndose en canal
para llenarse de cetáceos, de sus voces invisibles,
de su danza —profundidad o nube— en una zona innombrable:
tu piel, su creación o su recuerdo,
ocupando el vacío de los sintagmas.
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