Lloró, recordando escuchar al abuelo, contar aquellas terribles historias del campo de
concentración, mientras no podía apartar la mirada de esos oscuros números grabados
en su brazo, ni desterrar la sensación, de que el abuelo se dejó allí la vida, el alma y
el espíritu. Volvió al presente, miró el reloj que colgaba de la pared de su despacho,
secó las lágrimas de sus ojos, respiró profundamente e introdujo en el ordenador
las coordenadas de aquel colegio, de nombre, daño colateral.

 
 
 
 

Carlos Tizón
Rage Against The Machine – Killing In The Name

 
 
 
 

 

 

 


 

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