clarice

 

Muchos críticos quedaron perplejos cuando se publicó en 1944 la primera novela de Clarice Lispector,

Perto do coração selvagem (Cerca del corazón salvaje). El texto, sucesión de impresiones, de repercusiones de

hechos en las personas, como empañado espejo de estados mentales donde destellan momentos epifánicos, era

algo nuevo en el panorama de la literatura brasileña.

El desconcierto inicial era disculpable, pues con el tiempo las más de diez novelas, cuentos y narraciones

para niños de Clarice conformarán uno de los corpus literarios más radicales y reconocidos en lengua portuguesa.

A medida que su fama crecía, la figura de Clarice fue nimbándose de un aura de misterio, que alimentó mistificaciones

que su vida apartada favoreció: rara, complicada, mística, bellísima.

Como dijera Antonio Callado, “una extranjera en la tierra”.

Cansada del trabajo periodístico y necesitada de dinero, como con franqueza reconocía, Clarice Lispector

acepta escribir crónicas para el Jornal do Brasil. Lo hace durante siete años, entre 1967 y 1973. Escritura suelta,

sobre los más variados asuntos: empleadas domésticas, taxistas, encuentros, amigos, hijos, fragmentos de textos

en borrador, viajes, la infancia y la adolescencia, los sentimientos confesados a un público vasto e imprevisible.

Absoluta libertad de temas con que llenar esa columna semanal. Pero Clarice manifiesta también su

resquemor constante respecto del género asumido: Rubem Braga, el representante por antonomasia de la crónica

en Brasil, es mencionado y fue consultado muchas veces. Clarice no puede evitar la carga personal, la omnipresencia

de su yo conflictuado; sus crónicas no tienen el tono costumbrista, leve y humanitario del consagrado maestro.

Reconoce: “Los géneros no me interesan. Me interesa el misterio”. Para ella, el diario JB es un gran diván

de papel que la envuelve y le da espacio para seducir con su angustia, sus miedos, su desmesurado desafío a la

muerte.

Ya personalidad consagrada, era una firma que no necesitaba justificación ni buscaba méritos, a quien sus

seguidores de siempre le reclamaban que no depravara su pureza literaria en el medio masivo y que, a su vez, apreciaba

el reconocimiento popular que las cartas de los lectores y las atenciones que recibía le transmitían.

La relación laboral tendrá, sin embargo, un final traumático: apenas iniciado 1974 le devuelven el sobre  con

sus colaboraciones, con una carta que la escritora califica de seca y desagradecida, lo cual la lleva a iniciar un juicio,

cuya sentencia le será desfavorable.

La solitaria que vivía en Leme, cerca de las arenas de Copacabana, había padecido en 1967, el año en que

se inician estas crónicas, un accidente doméstico tonto: la madrugada del 14 de setiembre, se duerme fumando y se

produce un incendio. Al intentar apagar el fuego y salvar los papeles de su estudio, su mano derecha sufre quemaduras

que obligan a injertos. Pierde parte de su belleza, y se encierra aún más.

Pero si recorremos el índice de las crónicas, las fechas corren sin blancos en torno de ese día aciago, y el

hecho se mencionará sólo después: al pasar o en las charlas con los taxistas, a las que tanta atención prestaba.

Imprevistas, desparejas, por eso mismo fascinantes son estas crónicas de JB.

“Revelación de un mundo” que atrapa a su autora como personaje. Y, sorteando todos los riesgos, siempre el

estilo Lispector con su efecto hipnótico. Ella es la flor en la sala fantasmal, y nosotros, los aspirantes a un extraño néctar.

 


 

Revelación de un mundo

 

Selección de textos, presentación, revisión y notas de Amalia Sato

Título original: A descoberta do mundo

Traducción: Amalia Sato

Adriana Hidalgo editora S.A., 2004, enero de 2005, octubre de 2005

Buenos Aires

 

 

Obra publicada con el apoyo del Ministerio de Cultura de Brasil,

Fundación Biblioteca Nacional y el Departamento Nacional del Libro


 

 

 

 

 

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