lee jeffries: untitled: mugre a quemarropa
Dentro, debajo, detrás de la espesa mugre, hay un tipo que nos mira.
Quizá crea que la Historia se ha terminado; quizá, cuando entonces,
se dio cuenta de que estaba siendo él mismo y rectificó a fondo,
demasiado a fondo.
Debemos decir, a su favor, que la vida es una tremenda disonancia, y además,
que está llena de rodeos. El tipo mugriento se llama legión, simplemente
porque legión es el nombre de todo hombre.
Tal vez sufra de alguna enfermedad social o, sin más, de un agudo estado de
paréntesis, como algunos árboles que se quedan, temporalmente, en postes.
Cuando se juzga a un hombre, hay que hacerlo según su infierno, aunque no
sepamos cuál es.
¿Intentó cruzar un precipicio en dos saltos? ¿Olvidó, acaso, que la lluvia no se
queda en el cielo? ¿Salió a contar su rebaño y se le complicaron las cosas?
¿Ha conocido la mala causa y marcha, de tres en tres, a la unidad?
Detenido en su gran situación, fuma y fuma un tabaco universal, exacto, que es
el que se recomienda en casi todos los Tratados del alma cuando alguien no
acaba de saber si está vivo o muerto.
Amado sea el desconocido que nos mira desde detrás del infinito: amado mortal,
figurativo, con el oscuro aspecto de una bestia.
Ahí está, con su tamaño, su intestino y sus dolores, con las llaves verdes de su
tumba y mucha mugre a quemarropa, propietario natural de los ocios donde
crecen animales taciturnos.
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