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CASIDAS

 

IX

 

CASIDA DE LAS PALOMAS OSCURAS

 

A Claudio

   Guillén

 

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Por las ramas del laurel

vi dos palomas oscuras.

La una era el sol,

la otra la luna.

«Vecinita», les dije,

«¿dónde está mi sepultura?»

«En mi cola», dijo el sol.

«En mi garganta», dijo la luna.

Y yo que estaba caminando

con la tierra por la cintura

vi dos águilas de nieve

y una muchacha desnuda.

La una era la otra

y la muchacha era ninguna.

«Aguilitas», les dije,

«¿dónde está mi sepultura?»

«En mi cola», dijo el sol.

«En mi garganta», dijo la luna.

Por las ramas del laurel

vi dos palomas desnudas.

La una era la otra

y las dos eran ninguna.

 

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Lorca

Diván del Tamarit (1931-1934)

Obras II. Poesía 2

Edición de Miguel García-Posada

Biblioteca Literaria. Akal ediciones

 

 

Nota: el verso 5 dice «Vecinita» y no «Vecinitas»,

aunque el verso 15 diga «Aguilitas»

 

 

 

 

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Cuando se sienta preparado, déjese llevar: recuerde que las palabras remiten siempre más allá,

que un poema es, más bien, una electricidad, un vuelo, un envío, un traslado, un teletransporte.

Tiene que soltarse y abandonar el límite mental: a veces se dice que un poema es imaginación,

pero yo le digo que un buen poema lleva siempre a la realidad real: la luna real es la del poema,

no esa esfera que flota en el cielo tonto de la noche.

Lorca busca la realidad real: inquieto, sin parar de moverse, de preguntar, nos dice que la luna

y el sol saben dónde está nuestra sepultura… o mejor: que nuestra sepultura real no es el nicho

del cementerio, adonde no iremos nosotros, sino sólo nuestro cadáver, ni siquiera nuestro cuerpo. 

Con todo, Lorca, buscando, queriendo encontrar, nos confunde una y otra vez: ¿la luna y el sol

son dos palomas oscuras? ¿y las palomas oscuras son después dos águilas de nieve, o las águilas

son dos nuevas presencias, además de las palomas oscuras?

Y sigue confundiéndose, confundiéndonos: un águila es la otra y una muchacha desnuda -que

parece que no es ni paloma oscura ni águila de nieve- no es ninguna.

Inquieto, desasosegado, pregunta ahora a las águilas: pero responden, como antes, el sol y la luna. 

Al final del poema ve dos palomas desnudas, que son, las dos, una, y ninguna. 

¿El poema habla de la realidad real? 

Sigo sosteniendo que sí: no habla de otra cosa. 

Lorca nos ayuda a soltarnos del lenguaje, de la identidad, de la lógica, del juicio: rompe las apariencias

una y otra vez para que no caigamos en la tentación de agarrarnos a alguna de ellas, buscando

la seguridad que tanto necesitamos en vez de mantenernos en el riesgo de la realidad. 

Nos molesta que no nos haya dejado ni una sola asociación lógica para entender algo: pero Lorca sí

sabe que la realidad no es lógica, y que tenemos que comprenderla sin lógica, sin sujeto y predicado,

sin sintaxis. 

Quizá parezca que exagero, pero no se trata de un juego. El poema nos dice que nuestra sepultura

no está en el cementerio, pero también que nadie sabe dónde está nuestra sepultura, ni a quién sepultarán

cuando nos muramos. 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

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