El suplicio de la noche y el suplicio del día

el suplicio de la realidad y el suplicio del sueño

despliegan ese movimiento que se ignora y al que otros

pudieron, no sé cómo, llamar «vida», como una tortura

que desde lejos en la oscuridad pensara

un animal sin ojos con el alma dormida

soñando esta pesadilla…

Como una tortura estudiada para

que el sufrimiento aumentara poco a poco

y más allá

del momento en que se hizo insoportable

haciéndonos aprender por la fuerza

una Ciencia del Dolor como la única

sabiduría posible en la Zona Clausurada

 

El suplicio de la realidad y el suplicio del sueño

y mi cuerpo en el potro exhibiendo su tortura

como una vanidad –ved ahora un potro en medio

del escenario vacío- o mi yo disponiéndose

a recorrer una vez más los pocos pasos

que caben en el callejón sin salida

al que muestro

como una vanidad. Y avanzaré, avanzaré mi cuerpo

sin inteligencia ni alma por la calle

en donde nadie me conoce, andaré por allí

contoneándome y hablando solo, sin ver

que llevo una mujer sobre mi espalda

con las uñas clavadas en mis hombros

y mordiéndome el cuello ebria de mi sangre.

 

Los pasos del callejón sin salida

Leopoldo María Panero

 

 

 

 

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