manuel vilas
resurrección
IV. el inmaduro
no shoes
visor, 2005
No Shoes
La gloria de la vida, sí, alguna vez la he visto.
La llamo así, la gloria de la vida, porque no se me ocurre otra
palabra.
Digamos que es un desfile del sol, las calles, las nubes,
los besos, el fuego, dios, las manos y el río.
No sé de qué hablo. Estaba bebiendo cerveza en un Pub de
Hampstead,
y me puse amoroso, me importa tanto este presente
incommensurable,
sentado aquí, en un Pub de Hampstead, cincuenta cervezas
caídas a mis pies de Mariscal de Hampstead.
Un joven de unos treinta y cinco años, estaba descalzo,
sentado a mi lado en la terraza,
bebiendo en la calle y haciendo crucigramas.
Me dijo que se llamaba «No Shoes».
No Shoes sonreía y le daba el sol en los ojos azules.
Llevaba una camisa blanca y unos Levi’s. Y hacía crucigramas.
Pies en el suelo de las calles, pies desnudos.
Todas las tardes, a eso de las siete, No Shoes aparecía por allí.
Descalzo, en la calle, sentado en silla propia, con su pinta en
la mano.
¿Qué hacía No Shoes por la mañana?
Que bien le quedaba aquella camisa blanca.
No todos los pies son hermosos.
Pero en los pies No Shoes fijó su gloria.
Era encantador verle descalzo en las tardes de agosto.
(Las tardes de agosto en Hampstead son dios)
Una vez lo vi ligando con una negra.
Ho Shoes enseguida explicaba la razón de su nombre.
La negra sonreía:
La negra llevaba unas sandalias blancas, con tacón,
y las uñas de sus pies estaban pintadas de rojo.
Un rojo fuego que resaltaba como una bandera o una gota de
sangre,
menuda comparación, hermano, menuda comparación.
Al día siguiente, a eso de las siete, la negra apareció sin sandalias.
No Shoes estaba creando escuela.
Acabaron haciendo el amor descalzos, no desdeñes el valor
añadido de tus pies encima de tu sexo, hermoso mío.
La gloria de la vida, ya sabes, la llamo así porque no se me ocurre
llamarla de otra manera
porque no soy poeta, pero te juro que la he visto, a ella,
a la gloria de mi vida.
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