manuel vilas: una sola vida: las bailarinas

 

 

 

 

 

manuel vilas

una sola vida

lumen 2022

 

 

 

 

las bailarinas

 

 

 

 

Sé que moriré sin leer muchos libros que me hubieran salvado

la vida.

Se quedarán perdidos, sepultados, escondidos, en el caos de mi

biblioteca o de otras bibliotecas.

Cientos de libros excepcionales no serán leídos nunca por

seres humanos excepcionales.

Toda la historia de la literatura está inédita para millones y

millones de seres humanos que no leen.

Para millones de seres humanos «Puedo escribir los versos más

tristes esta noche» no significa nada.

Me quedan muchas novelas de Galdós por leer.

No he leído todo Dostoyevski.

Me faltan páginas y páginas de Dickens.

Me voy olvidando de las tragedias de Shakespeare que leí

cuando tenía veinte años.

Me olvido de lo que leí y me acuerdo de los lomos apenas

entrevistos de los libros que nunca leeré.

No hay melancolía en esto.

Hay fascinación.

Puedo inventarme el placer moral y el deslumbramiento que

me causarían esos libros extraordinarios que no conoceré,

porque mi vida es mortal.

Moriré sin conocer las gran literatura rusa de la Edad Media.

Porque nunca aprenderé ruso.

Me moriré sin saber cómo sonaban hace dos mil quinientos

años los versos de Homero.

Me moriré sin saber qué pensaban de la muerte miles y miles

de personajes de novelas que hablan de la muerte y que yo no

tendré tiempo de leer porque la muerte me lo impedirá.

También en la calle alumbra un sol de invierno, estamos en

febrero.

Madrid es una ciudad llena de vida.

Ningún ser humano, pasados los cincuenta años, puede dedicar

a la lectura los días enteros.

El mismo Don Quijote, cumplidos los cincuenta, dejó de leer y

eligió vivir.

También yo cierro los libros, como hizo Don Quijote, y me

levanto de la mesa, y salgo a la calle.

Y descubro entonces la hermosura de la vida.

Y me pongo muy nervioso, porque todo es ferozmente intenso:

la gente, las calles, los árboles, las casas, los semáforos, las nubes,

las tiendas.

Y entonces regreso a mi casa.

Y no quiero que nada se pierda.

Y abro el ordenador.

Y escribo, como escribieron cientos de seres humanos antes

que yo, con la misma intención de que no se desvanezca la

hermosura de la vida.

Somos una cadena de fantasmas enamorados.

Celebremos las páginas que hombres y mujeres escribieron al

servicio y dictado de la vida y que no leeremos jamás.

No leer jamás esas páginas es belleza también.

Ah, la literatura y la muerte, dos grandes bailarinas en la

oscuridad.

 

 

 

 

 

 

 

 

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