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A veces, los caballos se reúnen allá.
Las lechuzas con sus sobretodos oscuros, sus lentes muy fuertes,
sus campanillas extrañas convocan a los hongos blancos como hueso,
como huevos. A veces tenemos hambre y no hay un animalillo que degollar.
Entonces vamos por la escalera hacia el desván a buscar las viejas piñas,
los racimos de tablas con sus uvas duras y oscuras, las viejas almendras.
Al partirlas salta la vicheja, lisa, suave, anacarada, rosa o azul.
Si es de color oro la arrojamos al aire y ella se pone a girar envuelta
en un anillo de fuego como un planeta.
A veces, ni tengo hambre.
La luna está fija con sus plumas veteadas. Cantan los caballos…
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marosa di giorgio
diademas
de papeles salvajes
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