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diamelas a Clementina Médici
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2000
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marosa di giorgio
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No jugabas con nadie, ni con los dioses ni conmigo.
Yo te veía absorta, inmóvil. Y hermosísima.
Nunca te miré comer, creo que no comías.
Te vi tomar té… eso. Mientras ponías un ribete de humo a tus negros ojos y mimabas la cara con almendras.
Entre nosotras pasaron las glorias, las desdichas, (sobre todo), la luz del mundo. Y la infinita luz.
Tú me mirabas, quieta, triste, tomando té.
O te bañabas con almendra.
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Querías verme y ver el sol. Pero, igualmente, te llamaron. ¡Mamá!
¡Contéstame, mamá!
Sí… Frente a todo lo del mundo, tu grandeza es estar en otro sitio.
Voy de visita a la nueva casa tuya.
Es en el aire casi.
Abajo corre el muérdago.
Arriba he visto entrar y salir a la paloma de los cuentos.
Pero no te asomas nunca.
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A veces, cuando veo una pequeña niña, me digo: ¿No será Clementina Médici que ha vuelto?
Y siento deseos de robarla y de criarla.
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