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membrillo de lusana
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Alguien me nombró María adentro de las enredaderas; otra me dijo: Ana, tengo frío.
Otra dijo: Estoy entre los ramos tornasolados del café.
Eran casi las once. Y guardaban el sol en una plantera de barro cocido hasta el otro día; pero, su brillo hacía un manchón de oro.
Ardía un grillo; en los antiguos cascarones, las cigarras se preparaban para resucitar.
Los perros custodiaban esa cosa delicadísima, que les han encomendado hace mil años y
ellos siguen cuidando en todo el horizonte y en un solo sitio.
Presentóse la liebre que va maquillada y con perlas.
Pasó el tiempo.
Las que me nombraron alejábanse montadas en sus antílopes.
Una vaca pastaba cerca, levemente, y una garza como de mármol vivía delante de ella.
Pero, no voy a hablar más de animales de este mundo.
Llevaron al sol envuelto en una frazada y lo pusieron en el lugar de su aparición.
Pasaron incontables jinetes. Voló el viento. Pasaron las nubes.
Y las nubes. Y dos capitales remotas: Lhasa. Altai.
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marosa di giorgio
de La edad anaranjada
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