El invierno es una casa cerrada, sin pintar.

Es un altar boca abajo. El descenso a los infiernos.

No la habitual honguera, sino el piso fracturado;

los tablones rotos, llevan a otro piso igual, y a otro.

Ése desciende a los infiernos con un vestido rojo que tiene ala.

No sé quién es. Ya bajaron dos o tres.

Para siempre, jamás.

En cada puerta sale y crece el lirio blanco;

una mano de adentro, por una hendija, lo saca y lo pone en la olla.

Él hierve en el frío, se esponja como nieve.

Por un rato hay hilachas blancas por todo el cuarto.

Dentro de la cama yo ofrezco mi ostra, pequeña, oval, ribeteada de coral,

por donde Juan lleva y hunde su puñal.

Que me parte en dos. Después, yo lo abrazo.

Como si no me hubiera querido matar.

Marosa di Giorgio

En Rosa mística. Relatos eróticos

Buenos Aires, Interzona editora, 2005

 


 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir