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Se adelantaron en el aire como bailarinas. Tenían realmente el pie en el aire.

Vestidos amarillos, anaranjados. Venían como aluviones desde los cielos. Quedé espantada.

En puntas llegué hasta la casa.

Pasé las puertas, las llaves, iba a tocar los vasos y tuve miedo de cualquier barullo, me acosté en el lecho, inmóvil.

Pero, la mariposa estaba allí. Sentí sus piernas de hilos, sus brazos de hilos, su enorme manta de gasa que me arropó.

A veces, como una pesadilla, llamo a mi madre, y ella acude con tijeras finas.

Pero, nada puede, ni yo.

 

 

 

 

 


 

 

 

 

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