Atado desde siempre
a la proa de un barco que cruza
los abismos y no conduce nadie,
lloro mis muertes con la tristeza de los míos,
vivo la nostalgia del niño que sintió la hierba
                                                 por última vez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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