Me he sentado tranquilo a escribir
pensando en ese estado de la mente
entre la vigilia y el sueño, en que el cauce
se abre, y las sombras y la luz hacen de las suyas.
Quizá pase lo mismo a la hora de morir,
y los que creen en Dios o el Demonio vuelvan
a nacer, desmemoriada el alma, para mantener en marcha
las calderas invisibles de la existencia humana. Y nosotros
escépticos hasta la extenuación, continuemos el camino.
También creo en la desmemoria del alma, pero me pareció verla a veces bañada en esperanza, esperando que la próxima vez, cuando el cauce se abra, cubra por fin de bondad (o de inteligencia, o de amor, o de justicia) al mundo. Si, quizás pase algo parecido a la hora de morir, pero aquí estamos, vivos. Viva el poema, Ángel.
Como decía uno que yo me sé, no tengo miedo ni esperanza.
Gracias por ese comentario tan bonito Mabel
Ángel
Bueno , tengo que reconocer que una poca de esperanza me queda, es verdad.
Ángel
Si, lástima que la esperanza esté soportando tanta indiferencia últimamente.