Nadia está aburrida, porque su novio no le presta mucha antención.

¿Esperará ella al tren de su alma? O le escribirá cartas de amor para

ver si su corazón late de nuevo, solo para ella.

 

Hay veces, las menos, afortunadamente, que es necesario bajar.

Bajar hasta esos lugares del alma donde uno se queda depositado

en nódulos y silencioso hasta la maldición, respirando un barro cansado,

escondido en sitios negros y dulces, tal vez, ocultando los clavos, ay.

 

No comprende la negrura que la abraza, que nos rodea, y no parece

muy dispuesta a bajar hasta ahí. Principalmente porque no sabe que

los monstruos existen y a veces, ganan. El ascensor es un abrazo.

Pero ella necesita  el agua deprisa, y no sabe de pozos ni del origen

de los manantiales.

 

Nadia está guapa de labios con prisa, y un rato de oscuridad lo aguanta,

pero,  ¿besaría al leproso?, ¿se casaría con el leproso? Como sencillo merodeador,

no lo creo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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