.
merodeo del después
.
.
Creo que al final, después, más tarde, otro día, habrá algo sencillo y suave, tal vez dulce, algo para tocar o comer, con los ojos cerrados, quizá unas almendras o unas piedras pequeñas y pulidas, incluso unos pétalos del color del terciopelo.
Creo que luego, al terminar, habrá un poco de hierba todavía verde o fresca, o un charco de agua recién llovida, lavada, líquida y elemental: todas esas cosas medidas y exactas que caben en un jardín japonés, o que se colocan, ardiendo, entre el camino de ida y el de vuelta y hacen señales de humo o, sin más, un humo sin señales: solamente a copos o a sorbos, como se desordena el humo cuando lo dispersa el viento de una manera siniestra, cuando lo hace desaparecer rasgándolo con rabia.
Creo que, cuando se acabe, mañana, después del verano, otro día, habrá un puñado de arena o de tierra para esparcir en una llanura enorme como la palma de la mano y, con la punta del dedo, trazar los caminos que no hemos recorrido, que no hemos encontrado todavía, tal vez los caminos del atardecer, con todo el polvo de oro manchándonos de sol y de ceniza, del larguísimo incendio de la tarde.
Habrá, quizá, el aroma fúnebre de los cementerios esenciales o un perfume actual de almohadas o células bonitas, todo reunido en una suculenta unidad, con los verdes crecidos y preparado puntualmente para merendar, encima del mantel blanco, y tal vez haya un género alegre de alegría sucesiva, nupcial, como cuando, por fin, se duermen las gallinas y puede sentirse toda la extensión del universo.
Al final, luego, antes o después del invierno, otro día, habrá un tratado del alma, bien encuadernado, que hablará del horizonte y de empezar de nuevo, del sentido instantáneo de la eternidad y de una inmediata mirada aumentativa: será un tratado del alma escrito con largas pausas, sin función mental, para leer con los ojos cerrados.
Será después, después, más tarde, será después de una obstinación dramática y de su olivo, de la pata y sus patitos feos.
“Lo sé, lo intuyo cartesiano, autómata, moribundo, cordial, en fin, espléndido.”
.
Y bien, morimos…
Cuántos muertos van ya? y seguimos viviendo como si la muerte no existiera.No hay otra manera. El soplo que somos nos tiene por fuerza que llevar a otra parte. Otra parte en la cual podamos reírnos de esta inmensa broma que es la vida.
Hola, Javier,
qué alegría verte por aquí…
Disfruta del paisaje…
Ángel
¿Un soplo que nos tiene que llevar por fuerza a otra
parte? ¿Por qué va a haber un soplo que nos lleve
–por fuerza– a otra parte? ¿A qué otra parte?
Yo creo en que algo o alguien nos ha creado –no creo
en el dios cristiano– simplemente porque no nos hemos
autocreado. Se admite filosófica y científicamente que la
vida puede ser consecuencia del azar; pero parece difícil
que el hombre sea producto del azar, quizá porque lo
consideramos demasiado complejo: es inteligente, decimos,
oh, ah, es inteligente. Pero eso sólo significa que puede abstraer,
no lleva a ningún más allá ni a ningún otro sitio.
Einstein no creía en que algo del hombre sobreviviera a su muerte,
los dioses griegos no eran creacionistas –no creaban nada–.
Las opciones parecen muy igualadas. Pero la especie humana
es un animal espeluznante –que no merece en absoluto ningún más
allá, según mi escaso criterio–.
Que cada uno piense lo que quiera.
NdAlfonso
Por supuesto que hay un más allá. Y está conectado al más acá,
y allí también se estresan con las injusticias de esta vida.
El más allá es uno de los cinco planos existenciales. La vida,
que es dual, los sueños, el más allá o el mundo de los muertos,
y el futuro.
El último reducto que nos queda es el más allá, son como los galos,
como los Asterix y Ovelix de esta broma pesada.
Probablemente los filósofos antiguos, y lo digo por la forma de expresarse que tienen,
se creían dueños de sí mismos. Que no lo somos. Así como Einstein.
Ángel
El soplo es un deseo, la muerte una evidencia, la vida (breve), el resultado de haber nacido (íncovenientemente como diría alguien más lúcido).
Solo que, al margen de nuestras creencias, (tan por la cara,tan útiles para seguir viviendo, caracterizadas como superstición cuando se alejan de las nuestras) , sería tan bonito encontrarle sentido a todo esto.
No lo merecemos. Cómo podríamos merecerlo? Pero como lo que vemos, lo que sentimos y lo que vivimos,no tiene sentido al margen del que gratuitamente le otorguemos,sería un detalle por parte de esa realidad, que sin duda existe al margen de nosotros, nos dejara ver de qué va todo esto.
Una vez saciada la curiosidad (si no es más que eso) ya nos portamos bien y nos morimos.
Y allá paz y después Gloria.
Pero así no, que así no se hacen las cosas hombre!! Vamos ,digo yo.
Dámaso Alonso se puso reivindicativo y humano –sólo
un poco, pero se lo debemos–. Y escribió Hijos
de la ira:
………..
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole
por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta
ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?
…………
Ay, estos versos podrían haber sido el inicio de una continua
blasfemia, y no solamente una insolencia. Pero se lo debemos,
por lo menos se atrevió a protestar.
NdAlfonso
Dámaso Alonso no blasfema, solamente se siente incómodo. Alguien abrió la puerta del establo ( con lo calentito que se estaba).
Tantos muertos para nada!
Y ahora ve zombis por Madrid.
Sería como para blasfemar, pero cree.
Casi un siglo más tarde vamos a toda ostia, y lo que no es consumo es espectáculo. Dios no sólo ha muerto, sino que es un desconocido y aquí no vive.
Sigue habiendo un problema: morimos .
Problema que acometen nuestros científicos con el mismo espíritu que los lleva a hacer habitables otros planetas para cuando hayamos conseguido hacer este ínhabitable.
Quieren vencer a la muerte haciendo que vivamos eternamente.
En mi caso considero que es mucho mejor suponer, como creen los indús que todo es maya, y a lo mejor al morir rasgamos el velo que oculta la realidad. Bonito,es mucho
más bonito que desaparecer para siempre e irse de aquí sin terminar de verle la gracia a todo esto ( como parece sugerir la otra opción).
Un abrazo mi querido contestador. Seguimos viviendo.
Bien, no está claro que vivamos como humanos o, dicho
al revés: el problema es que ya no sabemos qué es ser humano.
Los ciudadanos no se mueren: se terminan, como un cocodrilo
o una lombriz. Me parece que muere –propiamente hablando–
muy poca gente, sólo se acaban: es la muerte de los imbéciles,
que no es muerte.
No sé los hindúes, pero los budistas zen buscan el acto puro de
conciencia, que no se puede decir: pero eso no significa alcanzar
el cosmos, sino quedarse en el primer acto intelectual, el acto de
conciencia, que es mudo: el budismo es mudo. No podemos aceptar
que eso sea la más alta sabiduría: nosotros –occidentales– seguimos
con el logos y queremos palabras.
No aprecio nada esas versiones de fusión despersonalizada con el cosmos,
pero aprecio mucho menos las versiones –también despersonalizadas–
de la muerte de los imbéciles. Los imbéciles no saben que la muerte es
el gran problema, el problema de los problemas.
Parece que sin dios –sin un dios– no hay mucho que hacer, pero
cómo es ese dios, ni siquiera sabemos si es personal, si es persona o
sólo un evento de energía que no se entropiza.
NdAlfonso
Colega contestador: no parece que tenga usted miedo, temor,
a atreverse a pensar que es posible que dios no exista. O mejor
dicho: que el dios que exista no tenga nada –nada– que ver con
el que nos han contado: es evidente que decir que dios es un padre
que nos ama como hijos es un disparate y una ofensa al mismísimo dios,
salvo que estemos dispuestos a comulgar con ruedas de molino, en cuyo
caso nunca saldríamos de la religión. Los verdaderos cristianos saben
que el cristianismo no es una religión, sino una revelación. Algo es algo,
pero ni siquiera como revelación se salva el dios cristiano: la cantidad
de errores crasos de la revelación cristiana es enorme.
Le pondré un ejemplo cualquiera: san Juan Bautista, el mayor de los
hombres nacido de mujer, preguntó a Cristo si era el Hijo o teníamos que
esperar a otro.
La pregunta es extraña, pero mucho más extraño es darse cuenta de que
san Juan Bautista había visto –durante el bautismo– al Espíritu Santo y había
escuchado la voz de dios Padre. Parece un olvido ya excesivo.
Los errores de bulto como este abundan en el cristianismo.
Le dejo con estas apreciaciones, deseando que las tome como lo
que son: simples observaciones –por las que yo he apostatado, desde
luego, es decir, que no soy indiferente a semejantes errores–.
NdAlfonso
Bueno: La cuestión es muerte y religión. Ambas unidas desde el principio, pero de distinta esencia.
La religión no deja de ser una construcción cultural y como todas no tiene nada de trascendente, no contiene un hilo que nos conecta con un más allá, por lo demás tan deseado.
Al acabar de la vida lo hemos llamado muerte y lo hemos convertido en otro hecho cultural. Constatamos día a día que la vida se acaba.
Llámar imbéciles a los que simplemente dejan que esto termine sin querer saber que hay de la muerte, desahoga supongo, pero no resuelve el tema
Y vamos con las religiones. Realmente lo hemos ensayando todo .
Los dioses( Mezcla de lo que somos y de lo que nos gustaria ser). Nos podíamos haber quedado ahí, pero no, tenía que triunfarel monoteísmo.
Las revelaciones de este dios único, aparte de revelarse todas ellas como falsas, han constituido la perfecta excusa para seguir matándonos como acostumbrábamos pero esta vez en su nombre.
Nuestros amigos de Oriente,por lo poco que sé, buscan onanísticamente una conexión en su interior.
Y bien, hemos sido arrojados aquí. Nuestras construcciones se han revelado en el mejor de los casos como metáforas y en mi caso por lo menos me gustaría saber.
Perdóname si te digo que percibo una cierta rabia en tí. Motivos hay para eso y para más.
Yo hasta ahora pensaba que aunque la felicidad fuera tan esquva, quedaba por lo menos la alegría ( quzá un don, pero también una apuesta, algo con que echarle un pulso a la vida). Acaban de subirme el listón.
Bueno, recibe un abrazo. El tema es inagotable y el escepticismo imprescindible.
Dos aclaraciones previas: ¿por qué se apea del tratamiento de usted?
Con todos mis maestros intelectuales –cuatro o cinco– he hablado de usted,
y nunca se ha planteado dejar ese tratamiento que mantiene el respeto pero
también la distancia, muy necesarios para recordarnos que el otro es otro
irremisible y definitivamente: bajarse al tuteo me parece un acercamiento
engañoso, sin más, una pretensión de acuerdo tramposo que acerca a un peligroso
tú-tu, que viene a ser un yo-yo entre dos.
No llamo imbéciles a los que se mueren para desahogarme, sino porque lo son.
Usted tiene una idea en extremo simplista de la muerte, cuando yo considero que
es el problema de los problemas, y no crea que está entendiendo lo que digo.
Aclaraciones expresadas. Empezaremos no dando por supuesto lo que el otro diga,
si le parece bien. Los supuestos son innumerables, no añadamos más y, sobre todo,
no supongamos al otro inmediato, con el que estamos hablando.
Los dioses no son solamente una mezcla de lo que somos y nos gustaría ser, por dios ( ).
Debe revisar y hacer mucho más intenso el término y, si alcanza a ello, también el concepto
de lo que significa o puede significar la divinidad.
Tampoco hemos sido arrojados aquí ni a ningún otro sitio, esa es una desafortunada expresión
de los existencialistas.
Mi rabia es evidente y no sólo una cierta rabia, sino una continua necesidad de destrucción.
Pero yo no descarto la alegría, si hablamos de lo mismo. Tristeza significa no ir, no engendrar,
preferir la esterilización, retener en el interior lo que debe expresarse o engendrarse: con la
tristeza, los hijos no nacen, sino que se convierten en pequeñas piedras, en quistes dentro
del abdomen.
Disculpe mis insolencias, no son directamente contra usted. Desde luego, el tema es, por
fortuna, inagotable –perenne, inacabable: pero porque debe ser retomado por otros, especialmente
por los que vienen detrás.
Rilke decía que hay que tener mucho cuidado con el escepticismo, que una minúscula dosis puede
sernos útil, pero que, en realidad, es un gran enemigo.
NdAlfonso
pd –gracias por su paciencia.
Disculpe: no voy a escribir otro infolio infumable.
Se trata sólo de que la muerte no está al final, ya que
somos mortales: desde el inicio, aunque no deba decirse así:
virtualmente, al nacer, estamos muertos: no es metafórico sino
realidad virtual –y virtual no significa realidad menos densa,
ni tampoco realidad potencial, sino que, hablando con propiedad,
ya se ha cumplido, aunque no se manifieste como tal realidad.
Tampoco se trata de una paradoja –es importante que aprenda a utilizar
las paradojas y las antinomias, ya que, en otro caso, poco camino –intelectual–
recorreremos juntos–.
Le pido de nuevo disculpas por lo que parece pedantería, pero así me ahorro
rodeos: si usted no da la talla, poco me importa que me considere un pedante,
cuando en realidad es sólo que no entiende todavía.
NdAlfonso
Tiene usted razón (ya estará acostumbrado) .Pero yo en mi infinita ignorancia pensaba que hablábamos de muerte y religión, no de su tema favorito–Usted–
En un ejercicio de juanpalomismo se despide usted asi:
» le pido de nuevo disculpas por lo que parece pedantería, pero así me ahorro rodeos: si usted no da la talla, poco me importa que me considere un pedante, cuando en realidad es solo que no entiende todavía »
La pedantería no se la suponía pero usted acaba de confirmar que me hallaba en un error toda vez que dependería de mi ignorancia
Magnífico!!!
Es usted tan ncreíble, tanto, que no se si aceptarle las disculpas.
Pensaba que hablábamos de muerte y religión y no . Ni quiero ni doy la talla porque casi acabo mis días de la manera más tonta, no como los conscientes que saben que van con la muerte a cuestas desde que nacen.
Y Rilque también puede ser un estúpido porque o se es escéptico o no se es, no se puede ser un poquito escéptico.
Si quiere usted seguimos hablando.
Javier
No quiero seguir hablando, gracias.
NdAlfonso