Beauty_Kustodiev_1918

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              qué primor

Qué primor y qué lozanía tiene esta mujer pulcra y con muchas ganas de vivir y con tanta alegría natural.

Toda esa cantidad de carne blanquísima nos teletransporta sin darnos cuenta al cuerpo recién bañado del bebé,

al cuerpo recién lavado del lechón, a la carne que tiene la textura y el volumen de la carne blanca de una nube blanca.

Sin fosfatos de error y sin cicuta, limpia de intenciones, siempre tiene ciertas ganas lindas de almorzar:

entre el aroma de lotos y con la silueta carnosa, va buscando el humo de la cocina y el feliz aperitivo, y después

sale a dar pedacitos de pan a las palomas.

Ella se despierta escolar y fresca en la mañana pajarina: tan suave, tan salida, tan amor. Se desmonta, uno a uno,

de los tres almohadones bonitos; baja del lecho y del sobrelecho; comprueba con los dedos de la mano los límites

de su materia cruda, y después se toca la piel de las sucursales, y finalmente se soba a fondo el alma, que siempre

se le duerme entre los muslos.

Prefiere, con mucho, las soluciones por frotación a las de simple ósmosis, que le parecen sosas, muy sosas y poco

cachondas. A veces se queda un rato quieta y sonriente porque no quiere acordarse de que existe el movimiento,

pero siempre acaba desplazando la tienda de campaña de su ser, hinchada de vientos gruesos, y se desata los veintidós

ombligos –menos uno- y se apaga los neones más bajos, mientras emboca despacio el pasillo de la cocina, por donde

tiene que pasar a desorganizarse las fabiolas, sólo las fabiolas, antes del tremendo aseo.

 

 

 

 

Narciso de Alfonso

Merodeos: el desnudo femenino en la pintura 


 

 

Borís Kustódiev (1878-1927)

Beauty – 1918

 

 

 

 


 

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