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desnudo reclinado
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Hay, quizá, una intención general de claridad en los colores y en los tonos, como cuando en la vida los días se hacen más luminosos
y, sin darse cuenta, uno va dejando la ropa oscura y va poniéndose otra, más clara. Parece también un cuadro sencillo, con pocos
elementos: una mujer tendida quizá sobre una cama y semicubierta con una manta, ya está, no hay más. Uno, merodeando con cierta
perversidad, se pregunta entonces qué necesidad real tenía el pintor de retratar a esta hermosa mujer, de escribirla sobre el lienzo,
qué conseguía además de la satisfacción del trabajo acabado. Está claro: hacer belleza, poner belleza en el mundo y en la vida, su
belleza, que, además, nunca viene sola, sino que trae con ella a sus siete hermanas.
Color almendra, cereal, blanco quebrado, y esa neblina con un punto de amarillo o crema que sólo se ve si no lo miras, si no lo buscas
directamente. Luego también están todas las minúsculas trampas que se esconden estratégicamente para capturar algún tono, algún
punto de color preciso, algún contraste: todos los diminutos cepos ratoneros que se esconden en las esquinas con un trocito de queso
para apresar allí unos milímetros de rubor o de sombra, una isleta algo más clara en la piel, una grieta, un destello de luz.
No hay árboles ni sopla un viento que los agite; no hay flores ni caballos; las nubes y el cielo están afuera, en la intemperie interminable.
El cuadro también nos dice, de alguna manera, lo que no hay, lo rechazado, lo ausente: como aquí, puede cerrarse por completo, como
cuando uno atranca la puerta de la casa y se olvida hasta mañana de lo que ha dejado afuera. Sólo ella, esta hermosa mujer, que ya se
había acostado pero esperaba despierta. Con ella es suficiente, con ella basta: sustituye, reemplaza todo lo demás, todo. No quedan ni
siquiera peligros, curiosidades o entretenimientos que interesen. Una mujer tendida sobre la cama y semicubierta con una manta, ya está,
no hay más.
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Narciso de Alfonso
Merodeos: el desnudo femenino en la pintura
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Luigi Serralunga – (1880-1940)
Reclining nude – c.1940
Óleo sobre lienzo de 49 X 99 cm
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