–
Bacante
–
Por su título de bacante, esta mujer vive con desorden e intensidad, con muchas pasiones y muchos deseos,
con una marcha que sólo detiene por agotamiento, un rato, entre sol y sol, para dormir un poco y comer un algo,
para cambiarse el corazón y ponerse un perfume dulcemente venenoso.
Ella es como una rosa eléctrica: descansa para salir de marcha por el mundo y por la vida, sí, sabe desde hace
mucho tiempo, tal vez desde siempre, que vive entre dos paréntesis y que no puede entretenerse. La vida es lo poco,
lo poquísimo que nos sobra de la muerte, ay. ‘Las estrellas se encendieron con furia, con locura. Algunas andaban
por mi vestido. Les veía bien la luz fija, verde, las antenas y el mantón’ –dijo el poeta en nombre de la bacante.
Se dice que el ronquido es vulgar, pero que el sueño es inverosímil. El pintor ha desordenado la cama a pinceladas,
poniendo un desorden no sólo de sábanas y ropa y cosas, sino también de luz, de tiempo, de flores, de días y de
noches, de perfumes y de amores.
La bacante tiene un buen culo trasero, ya maduro, ya magullado como una fruta suavemente golpeada por tantas
tardes de sol y algún día de viento frío. A eso se le llama la edad, los años que pasan: cuando ya la cola de caballo
se cae, se desmonta, tronchada y sin gracia, casi hasta tocar el suelo. Cuando menguan los ojos, pero también la
mirada; cuando la boca se alarga unos cuantos centímetros, pero los labios se acortan de rojo.
Es, quizá, lo que a veces pasa cuando cada minuto es peor y menos importante; cuando los momentos se devoran
y se engullen a sí mismos, sin dejar rastros de oro como antes; cuando los días empiezan a ponerse calzoncillos negros.
–
Narciso de Alfonso
Merodeos: el desnudo femenino en la pintura
Joaquín Sorolla –Bacante – Bacchante – 1886
Óleo sobre lienzo de 60 X 75 cm
Colección privada
0 comentarios