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aline
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Nuestra vida está tan llena que actúa incluso cuando no hacemos nada, que viene a ser, más o menos,
el cuadro clínico de Aline, solamente que ella tiene mucha música entre los tímpanos esféricos.
Lleva unos modernos auriculares que son de anchura variable, con botón de parada y calientabollos. Aline,
tan hermosa que parece una equivocación de la naturaleza, ha decidido, tal vez, descansar de la metafísica y de la lógica
racional a través de unos cartuchazos de música directa, que se deshacen entre sus oídos y caen, como los pétalos de
una rosa mágica, lloviendo suavemente sobre sus dulces órganos viscerales.
Así, la sensación de ser ella misma la golpea en un centro conocido pero ignorado o ignorado pero querido o
querido y deseado. Aline va rastreando el origen de la pura felicidad entre el lentísimo desorden de su alma y, justamente
en ese punto, en esa línea del frente, es donde la música le hace cosquillas, a veces tan intensas como la caricia de una
pluma en la planta del pie.
Hay que retener las cosas en el mismo momento en el que cruzan de la luz a la sombra, antes de que golpeen las
lilas: hay que retenerlas como si se fuesen a ahogar: antes de que se hagan definitivamente infieles al sol y al amor.
Realmente son muchos y muy poderosos los motivos por los que Aline escucha música a cañón partido.
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