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la cosa hippie
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Quizá Linda esté dentro de la estética, del estilo, de la cosa
hippie de la vida.
Está hermosa de rasgos excesivos: de nariz larga y de boca
de tres dimensiones, en la que puede ponerse hasta los dientes
triples de comer en crudo.
Quizá ha venido temprano a otros asuntos y se ha quedado ahí,
apoyada en la pared azul, tal vez solamente por llevar la contraria
a la prisa o al paso del tiempo, o para sentir que su tiempo es suyo,
a veces, entre el deseo y los pulserones.
Merodeando con sencillez, uno aprecia sus brazos largos y
delgados, y la longitud arácnida de los dedos, y ese estar tranquilo
que tiene, entre su dónde y su cuándo, tremendamente sensual.
Tal vez, mientras tanto, Linda saborea la canción estupenda.
Lleva una blusa, un top escaso que desiguala con ese brazo
que ha subido a lo más alto del cráneo, quizá para tocar los barrotes
del techo o para abrir la séptima ventana y que así corra el aire
por toda la estancia.
No sabemos si lo suyo, lo natural, lo propio, es el pelo claro
o las plumas rojas, aunque es posible que las plumas sean el adorno
que ata esas trenzas que lleva escondidas entre el pelo y el pelo,
esas trenzas secretas.
Lánguidamente su licor tal vez gotea desde la punta de su nariz;
a Linda todo, casi todo le sucede lánguidamente y con una sobredosis
de sensualidad, entre síncope y síncope.
Y, con todo, ¿quién no enseña el ombligo, cuando puede, en condición
aumentativa? ¿quién no enarbola el brazo para sentirse parte del bosque?
¿quién no oculta sus trenzas infinitas para hacerlas secretas? ¿quién no
aprovecha la ocasión de ser gallina negra?
Entre el tórax y el tórax, lleva un collar, un colgante metálico de
geometría y piedrecitas. Linda está a lo suyo, que no es propiamente
lo suyo, sino lo de muchos, lo de muchísimos, virtualmente lo de todos,
quizá por esa deriva panteísta que tiene lo hippie o, más sencillamente,
por esa inclinación universal que tiene su corazón, que es como un pez
rojo de sangre que nada despacio, limpiándose las agallas, haciendo
con travesura burbujas y burbujones, dejándose querer.
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Narciso de Alfonso
Merodeos populares: la cosa hippie
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