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la muchacha azul
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El deterioro de las paredes y de los muebles -las grietas, los desconchados, los despintados-, quizá favorezcan, por contraste,
la belleza de Patricia, una mujer sin grietas ni descolgamientos ni manchas, con esos muslos enteros y largos que son los émbolos,
las palancas, las bicicletas tiernas del amor, ¿o acaso tienen rodillas los pingüinos?
Y luego la espalda (como) de gladiadora: al descubierto pero cruzada por las cuerdas de sujeción, que se le clavan en la piel,
sí, es una muchacha azul que ya está en la lucha de la vida, en la lucha por la vida, y se está vistiendo para el combate, seria y práctica
porque hay que comer y matar y trabajar.
Patricia está, quizá, en la hora, en el tiempo de algún deber, como cuando el viento golpea las lilas o el corazón gotea sombra en la
boca negra. Ya sin muñecas, respira fuera del entendimiento, fuera del amor, y el planeta la espera suavemente, con las palmas de las
manos hacia arriba, abiertas –lo dijo el poeta-.
Narciso de Alfonso
merodeos populares: la muchacha azul
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