toni
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Su realidad molecular parece entera, como su destino, sus energías íntimas y su posición espontánea
de estar de pie y apoyada de espalda a espalda en las ventanas blancas, con la luz besándole el cabello y la camisa.
Se ha quedado como pensando todo en oro, como queriendo no llorar o, simplemente, considerando sus
documentos generales, recordando su carne y su patata o, más fraternalmente, queriendo besar en su sartén a los
que sufren, despacio, sinceramente.
Tal vez está necesitando que alguien meta marcha a su piano y a sus botas vaqueras y a sus vértebras
purísimas. Sabe que la quieren o que la odian con afecto o que es, en suma, indiferente, ya que nadie le ha dado
todavía un mucho inmenso y completo y feroz.
Quizá por eso, la serie par e impar de sus órganos felices esté presionando su alma, sus costillas, su
garganta, como cuando entró en el mar descalza y era invierno y los peces le dolieron.
Ha llegado hasta aquí y se pregunta hasta cuándo, desde dónde, para qué, sí, se pregunta, se pregunta.
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