Death on a Pale Horse

Tate gallery

Muerte sobre caballo pálido (1825-1835)

Joseph William Turner

© Fotografía de Servando Gotor Sangil

El caballo pálido

 –

El fotógrafo de lo imposible nos ha dejado su ventana indiscreta delante del cuadro original de Turner, lo que es

especialmente importante por el color de los colores del color.

‘Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía:“¡Ven!” Y miré, y vi un caballo pálido; y

el que lo montaba tenía por nombre Muerte; y el Hades lo seguía’, dice San Juan en el Apocalipsis 6, 7-8.

El color del caballo de la Muerte se escribe khlôros (χλωρóς) –verde- en el original griego, que a menudo se

traduce como pálido, aunque es más preciso llamarle verde amarillento, macilento, desvaído, demacrado, ya

que se ajusta más a la palidez clorótica de un cadáver.

En cualquier caso, el bueno del artista no pinta a la Muerte montando el caballo pálido, sino más bien llevada,

transportada por el animal, y en una postura contralógica, tal vez caída o tendida sobre el lomo, como si el jinete

que se llama Muerte estuviese herido o ya muerto y, en vez de estar bocabajo sobre el lomo del caballo,

estuviese en un imposible bocarriba, lo que –a cualquiera esqueleto- le habría partido la columna vertebral

pero, mucho antes, se habría caído del caballo, sin más, por la inestabilidad contranatural de la pose.

El jinete que se llama Muerte está derrumbado, derribado sobre su caballo pálido: con la cabeza caída y un

brazo derecho de mano excesiva, descomunal, inerte, que mantiene extendido pero sin fuerza, sólo sostenido

por la articulación del hombro.

Tal vez el vapor rojo de sangre o de fuego, de llama o de brasa, que flota y se esparce alrededor del caballo

y del jinete, signifique la rusiente presencia del Hades que, según el texto, los sigue con su incandescencia.

El caballo tiene una cabeza muy larga, más bien informe o devorada, como la línea dura de un astro que se

astilla, con el morro apuntando hacia la eternidad: es el caballo pálido y no el jinete quien dirige la carrera,

que parece frenética, velocísima, despendolada. Lo que el libro del Apocalipsis nos dice es que se ha abierto

un agujero en el universo, un desgarrón cósmico, con una masiva inundación de crimen y crueldad, y que a

los cuatro jinetes se les ha dado poder y penetran a caballo en el mundo.

Saliendo o emergiendo de las tinieblas radiantes, de la deslumbrada oscuridad, seguidos por el resplandor del

Infierno, el caballo y el jinete penetran al galope en el mundo de los hombres para matar.

 

 

 

 

 


 

 

Capítulo 6 


Los sellos 

6:1 Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. 

6:2 Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer. 

6:3 Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira. 

6:4 Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada. 

6:5 Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. 

6:6 Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino. 

6:7 Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira. 

6:8 Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra,

para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra.

 –

El libro de las Revelaciones o Apocalipsis de san Juan

es el último libro del Nuevo Testamento.

Por su género literario, es considerado por la mayoría de los eruditos el único libro del Nuevo

Testamento de carácter exclusivamente profético.

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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