Nacemos tierra adentro,
nos revuelcan por el barro
y empujados hacia el mar, crecemos
en lo auténtico, para luego ser devorados
por unas mandíbulas hambrientas de nuestra filosofía.

Después, abandonados a la muerte,
si nos portamos bien, nos permiten
dormir un poco, distraídos, en su antesala
todos blancos
bailando en círculos
la ceremonia de la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

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