La belleza es solamente poseer las versiones originales de unos ojos que hacen una mirada,

de unos labios que hacen una boca, de una nariz que pone en la cara una línea vertical

extraña y singular. Ya está.

 

La belleza es solamente el resultado de un puente de milímetros que atraviesa o no atraviesa

el rostro, que se suma o se resta a la nariz o la boca; es sólo una confusión instantánea que

puede tronar el color oscuro de unos ojos, o no. Que puede oler a infinito, o no. Que puede ser

un tiempo circular que arrastre oro, o no.

 

La belleza tiene, a veces, unos ojos de mirada sumergida en la profundidad, allí donde ya

no llega la luz, donde sólo hay asfixia y unos cuantos peces abisales; y otras veces prefiere la

dureza, las aristas de unos pedregales íntimos, el dolor seco de las piedras.

 

Viendo, mirando la belleza, uno se siente más mortal, más figurativo, más fatigado, más falso,

tal vez porque la belleza nos da un bien entero, o un viento poderoso, o un deber implacable,

o una tendencia directa a la libertad.

 

Pero qué hay, qué tiene dentro, detrás de la perfección; dónde comienzan sus sabores ácidos,

amargos; dónde empiezan sus escondidas líneas de miseria; la sombra oscura y dura de su alma;

el caracol rojo que sube o baja diciendo la verdad.

 

Y así, entre espejo y espejo, acabamos preguntándonos por el amor eterno, por lo eterno del

amor, y nos sentimos dócilmente domesticados por la belleza, como si fuésemos una cabra o

un pequeño rebaño de cabras con los verdes muy crecidos y los cencerros muy sonoros y nos

duele que el amor no esté en todas partes, y es entonces cuando ya nos sentimos y parecemos

definitivamente tontos, otros, difuntos y tiesos.

 

 

 

 

 

 

 

1 Comentario

  1. angel

    ¿Esto es una opinión?
    Creo que es poesía pura…

    Ángel

    Responder

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