nota.- algunas nociones e incluso algunas expresiones

del texto no me pertenecen.

 

 

 

la maldición de los poderes

 

 

parece que se sientan con el deber de protegernos, de defendernos de nosotros mismos

 

como si el cielo o el infierno o una idea abstracta de la humanidad les hubieran

encomendado esa extraña misión

 

y nos obligan con obsesiva insistencia a obedecerles en la tarea de salvarnos, hasta

el punto de que parece que serían capaces de acabar con todos si nos negáramos a seguir

sus instrucciones para que nos defendamos de nosotros mismos: ahí está la historia de

la Inquisición para mostrarlo

 

ejercen esa sorprendente tarea a través de un control exhaustivo y sádico, y sólo parecen

tranquilizarse —momentáneamente— cuando consiguen de nosotros una sumisión completa,

una especie de obediencia automática que tiene un asombroso parecido con la muerte o,

mejor, con un camposanto, donde se dice que los hombres muertos descansan en paz

 

 

antes, cuando dios aún existía, fue el poder religioso el que se empeñaba en protegernos

de nosotros mismos —además, aquellos fulanos estaban muy entrenados en los trabajos

de la inquisición—. Después de la muerte de dios —y aunque no por ello el poder religioso

se ha dado por vencido—, el poder laico se ha hecho cargo del asunto: un poder laico

sacralizado y fanático que, como el poder religioso, no conoce la compasión ni la piedad

 

 

el poder religioso, el poder laico: aunque ni siquiera sabemos en qué consiste

—si es que la hay— la salvación, esos poderes han decidido siempre, en cada momento,

que sí lo sabían, que sí lo saben por nosotros, apropiándose de nuestro lugar y de nuestro

derecho a saberlo, a averiguarlo por nosotros mismos

 

 

la causa de los poderes —laico o religioso— es una causa moral transtornada que persigue

alguna modalidad desconocida de superación —inhumana, con métodos inhumanos—

 

el yo —asediado y atosigado por los poderes— apenas existe; para los poderes, el hombre es,

sobre todo, un enfermo —enfermedad significa debilidad, falta de firmeza— y un enfermo no es

susceptible de responsabilidades

 

los poderes son, significan, se explican desde una importancia inhumanamente sobrevalorada

de la moral —laica o religiosa, da lo mismo—, de la que pretenden hacer una técnica de

salvación —esa modalidad desconocida de superación de algo que no conocen—

 

 

durante miles de años los hombres se han acusado y arrepentido y castigado por faltas de

las que hoy sabemos que no eran culpables porque ni siquiera se trataba de faltas

 

la iglesia ha manipulado la vida humana hasta sus últimos rincones para imprimirle, no tanto

una huella divina, sino simplemente eclesiástica

 

 

los poderes nos proporcionan información, datos posteriores a nuestra existencia,

evidentemente tenebrosos

 

 

se trata de conseguir un delicado, incomprensible e insalvable desequilibrio entre

la humanidad y el hombre: cuando la salud de un organismo lo requiere, debe sacrificarse

a cualquier miembro, incluso a todos los miembros si fuese necesario

 

 

 

 

 

 

 

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