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No comprendo sino como una especie de falta de aseo esta inerte permanencia en que yazgo de mi

misma e igual vida, quedada como polvo o suciedad en la superficie de nunca cambiar. Así como lavamos el

cuerpo, deberíamos lavar el destino, cambiar de vida como nos cambiamos de ropa —no para salvar la vida,

como comemos y dormimos, sino por ese respeto ajeno a nosotros mismos, al que con propiedad llamamos aseo.

Hay muchos en quienes el desaseo no es una disposición de la voluntad, sino un encogerse de hombros

de la inteligencia. Y hay muchos en quienes lo apagado y lo mismo de la vida no es una forma de quererla, o una

natural resignación con el no haberla querido, sino un apagamiento de la inteligencia de sí mismos, una ironía

automática del conocimiento. Hay puercos a los que repugna su propia porquería, pero no se alejan de ella por ese

mismo extremo de un sentimiento por el que un empavorecido no se aleja del peligro. Hay puercos de destino, como

yo, que no se apartan de la trivialidad cotidiana por esa misma atracción de la propia impotencia.

Son aves fascinadas por la ausencia de serpiente; moscas que vuelan por los troncos sin ver nada hasta

que llegan al alcance viscoso de la lengua del camaleón. Así paseo lentamente mi inconsciencia consciente, en mi

tronco de árbol de lo usual. Así paseo mi destino que anda, pues yo no ando; mi tiempo que sigue, pues yo no sigo.

No me salva de la monotonía sino estos breves comentarios que hago desde sus alrededores.

Me contento con que mi celda tenga vidrieras por dentro de las rejas, y escribo en los cristales, en el polvo

de lo necesario, mi nombre en letras grandes, firma cotidiana de mi escritura con la muerte. ¿Con la muerte? No, no

con la muerte. Quien vive como yo no muere: termina, se marchita, se desvegetaliza. El lugar donde estuve se queda

sin estar él allí, la calle por donde andaba se queda sin ser él visto allí, la casa donde vivía es habitada por no-él.

Es todo, y le llamamos la nada; pero ni esta tragedia de la negación podemos representarla con aplausos, pues ni de

verdad sabemos si no es nada, vegetales de la verdad como de la vida, polvo que tanto está por dentro como por fuera

de los cristales, nietos del Destino e hijastros de Dios, que se casó con la Noche Eterna cuando ella enviudó del Caos

del que verdaderamente somos hijos.

Posterior a 1923

 

 

Não compreendo senão como uma espécie de falta de asseio esta inerte permanência em que jazo da

minha mesma e igual vida, ficada como pó ou porcaria na superficie de nunca mudar. Assim como lavamos o corpo

deveríamos lavar o destino, mudar de vida como mudamos de roupa — não para salvar a vida, como comemos

e dormimos, mas por aquele respeito alheio por nós mesmos, a que propriamente chamamos asseio.

Há muitos em quem o desasseio não é uma disposição da vontade, mas um encolher de ombros da

inteligência. E há muitos em quem o apagado e o mesmo da vida não é uma forma de a quererem, ou uma natural

conformação com o não tê-la querido, mas um apagamento da inteligência de si mesmos, uma ironia automática

do conhecimento.

Há porcos que repugnam a sua própria porcaria, mas se não afastam dela por aquele mesmo extremo

de um sentimento, pelo qual o apavorado se não afasta do perigo. Há porcos do destino, como eu, que se não

afastam da banalidade quotidiana por essa mesma atração da própria impotência.

São aves fascinadas pela ausência de serpente; moscas que pairam nos troncos sem ver nada, até

chegarem ao alcance viscoso da língua do camaleão. Assim passeio lentamente a minha inconsciência consciente,

no meu tronco de árvore do usual. Assim passeio o meu destino que anda, pois eu não ando; o meu tempo que segue,

pois eu não sigo. Nem me salva da monotonia senão estes breves comentários que faço a propósito dela.

Contento-me com a minha cela ter vidraças por dentro das grades, e escrevo nos vidros, no pó do

necessário, o meu nome em letras grandes, assinatura quotidiana da minha escritura com a morte. Com a morte?

Não, nem com a morte. Quem vive como eu não morre: acaba, murcha, desvegeta-se. O lugar onde esteve fica sem

ele ali estar, a rua por onde andava fica sem ele lá ser visto, a casa onde morava é habitada por nãoele.

É tudo, e chamamos-lhe o nada: mas nem essa tragédia da negação podemos representar com aplauso,

pois nem ao certo sabemos se é nada, vegetais da verdade como da vida, pó que tanto está por dentro como por

fora das vidraças, netos do Destino e enteados de Deus, que casou com a Noite Eterna quando ela enviuvou do

Caos que nos procriou.

 

 

 

Fernando Pessoa

Del español: 

Libro del desasosiego 163

Título original: Livro do Desassossego

© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984

© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997

Segunda edición

Del portugués:

Livro do Desassossego composto por Bernardo Soares

© Selección e introducción: Leyla Perrone-Moises

© Editora Brasiliense

2ª edición

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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