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Paisaje de lluvia
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Toda la noche, y durante horas, el chirriar de la lluvia ha bajado. Toda la noche, conmigo entredespierto, la monotonía
fría me ha insistido en los cristales.
Ora un jirón de viento, en un aire más alto, azotaba, y el agua ondeaba en sonido y pasaba unas manos rápidas por la
ventana; ora con un sonido sordo sólo /hacía/ sueño en el exterior muerto. /Mi alma era la misma de siempre, entre sábanas
como entre gentes, dolorosamente consciente del mundo./ Tardaba el día como la felicidad: a aquella hora parecía que también
indefinidamente.
¡Si el día y la felicidad no llegasen nunca! Si esperar, cuando menos, pudiese ni siquiera tener la desilusión de conseguir.
El ruido casual de un carro tardío, saltando áspero sobre las piedras, crecía desde el fondo de la calle, hacia el fondo del vago
sueño que yo no conseguía del todo.
Batía, de cuando en cuando, una puerta de la escalera. A veces había un chapotear líquido de pasos, un rozar por sí mismas
de ropas mojadas. Una u otra vez, cuando los pasos eran más, sonaba alto y atacaban. Después, el silencio volvía, con los pasos
que se apagaban, y la lluvia continuaba innumerablemente.
En las paredes oscuramente visibles de mi cuarto, si abría yo los ojos del sueño falso, flotaban fragmentos de sueños por
hacerse, vagas luces, trazos oscuros, cosas de nada que trepaban y bajaban. Los muebles, mayores que de día, manchaban
vagamente el absurdo de la tiniebla. La puerta era indicada por algo ni más blanco ni más negro que la noche, pero diferente. En
cuanto a la ventana, (yo sólo) la oía.
Nueva, fluida, variable, la lluvia sonaba. Los momentos se retrasaban ante su sonido. La soledad de mi alma se ensanchaba,
se arrastraba, invadía lo que yo sentía, lo que yo quería, lo que yo no iba a soñar. Los objetos vagos, participantes, en la sombra,
de mi insomnio, pasaban a tener lugar y dolor en mi desolación.
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Paisagem de chuva
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Toda a noite, e pelas horas fora, o chiar da chuva baixou. Toda a noite, comigo entredesperto, a monotonia fria me insistiu
nos vidros.
Ora um rasgo de vento, em ar mais alto, açoitava, e a água ondeava de som e passava mãos rápidas pela vidraça; ora com
som surdo só fazia sono no exterior morto. A minha alma era a mesma de sempre, entre lençóis como entre gente, dolorosamente
consciente do mundo. Tardava o dia como a felicidade — àquela hora parecia que também indefinidamente.
Se o dia e a felicidade nunca viessem! Se esperar, ao menos, pudesse nem sequer ter a desilusão [?] de conseguir.
O som casual de um carro tardo, áspero a saltar nas pedras, crescia do fundo da rua, estralejou por baixo da vidraça, apagava-se
para o fundo na rua, para o fundo do vago sono que eu não conseguia de todo.
Batia, de quando em quando, uma porta de escada. Às vezes havia um chapinhar líquido de passos, um roçar por si-mesmos
de vestes molhadas. Uma ou outra vez, quando os passos eram mais, soava alto e atacavam.
Depois o silêncio volvia, com os passos que se apagavam, e a chuva continuava, inumeravelmente.
Nas paredes escuramente visíveis do meu quarto, se eu abria os olhos do sono falso, boiavam fragmentos de sonhos por fazer,
vagas luzes, riscos pretos, coisas de nada que trepavam e desciam. Os móveis, maiores do que de dia, manchavam vagamente
o absurdo da treva.
A porta era indicada por qualquer coisa nem mais branca, nem mais preta do que a noite, mas diferente. Quanto à janela (eu
só) a ouvia. Nova, fluida, incerta, a chuva soava. Os momentos tardavam ao som dela.
A solidão da minha alma alargava-se, alastrava-se, invadia o que eu sentia, o que eu queria, o que eu ia sonhar. Os objetos
vagos, participantes, na sombra, da minha insônia, passavam a ter lugar e dor na minha desolação.
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Fernando Pessoa
Del español:
Libro del desasosiego 176
Título original: Livro do Desassossego
© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984
© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997
Segunda edición
Del portugués:
Livro do Desassossego composto por Bernardo Soares
© Selección e introducción: Leyla Perrone-Moises
© Editora Brasiliense
2ª edición
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