94

El reloj que está allá detrás, en la casa desierta, porque todos duermen, deja caer lentamente

el cuádruple son claro de las cuatro de cuando es de noche. Todavía no me he dormido, ni espero dormir.

Sin que nada me ocupe la atención, y así no duerma, o me pese en el cuerpo, y por eso no me tranquilice,

acuesto en la sombra, que el lugar vago de los faroles de la calle torna más desacompañada todavía, al

silencio amortecido de mi cuerpo extraño. No sé pensar, de tanto sueño como tengo; no sé sentir, de tanto

sueño que no consigo tener.

Todo en torno a mí está el universo, desnudo, abstracto, hecho de negaciones nocturnas. Me divido

entre cansado e inquieto, y llego a tocar con la sensación del cuerpo un conocimiento metafísico del misterio

de las cosas. A veces se me ablanda el alma, y entonces los pormenores sin forma de la vida cotidiana se

me flotan a la superficie de la conciencia, y estoy efectuando botaduras a la superficie de no poder dormir.

Otras veces me despierto desde dentro del mediosueño en que me he estancado, e imágenes vagas,

de un colorido poético e involuntario, dejan escurrir por mi distracción su espectáculo sin ruidos. No tengo los

ojos completamente cerrados. Me orla la vista débil una luz que viene de lejos; son los faroles públicos

encendidos allá abajo, en los confines abandonados de la calle. ¡Cesar, dormir, substituir esta conciencia

intervelada por mejores cosas melancólicas, dichas en secreto al que me desconociese!… ¡Cesar, pasar fluido

y ribereño, flujo y reflujo de un mar vasto, en costas visibles por la noche en que verdaderamente se durmiese!…

¡Cesar, ser incógnito y exterior, movimientos de ramas en paseos apartados, tenue caer de hojas, conocido

por el ruido más que por la caída, mar alto fino de los surtidores a lo lejos, y todo lo indefinido de los parques

por la noche, perdidos entre enmarañamientos continuos, laberintos naturales de las tinieblas!… Cesar, acabar

finalmente, pero con una supervivencia translaticia, ser la página de un libro, la madeja de un cabello suelto,

el oscilar de la enredadera al pie de la ventana entreabierta, los pasos sin importancia en la grava fina de la

curva, el último humo alto de la aldea que duerme, el olvido del látigo del arriero a la vera matutina del camino…

El absurdo, la confusión, el apagamiento —todo lo que no fuese la vida… Y duermo, a mi manera, sin sueño

ni reposo, esta vida vegetativa de la suposición, y bajo mis párpados sin sosiego flota, como la espuma quieta

de un mar sucio, el reflejo lejano de las farolas mudas de la calle.

Duermo y desduermo.

Del otro lado de mí, allá por detrás de donde yazgo, el silencio de la casa toca al infinito. Oigo caer al tiempo,

gota a gota, y ninguna gota que cae se oye caer. Siento a la cabeza materialmente colocada en la almohada

en que la tengo haciendo un valle. La piel de la funda tiene, con mi piel, un contacto de persona en la sombra.

La propia oreja, sobre la que me acuesto, se me graba matemáticamente contra el cerebro.

Pestañeo de cansancio, y mis pestañas producen un ruido pequeñísimo, inaudible, en la blancura sensible

de la almohada erguida. Respiro, suspirando, y mi respiración sucede: no es mía. Sufro sin sentir ni pensar.

El reloj de la casa, lugar seguro allá en medio del infinito, da la media hora seca y nula. ¡Todo es tanto, todo

es tan hondo, todo es tan negro y tan frío!

Paso tiempos, paso silencios, mundos sin forma pasan por mí. Súbitamente, como una criatura del Misterio,

un gallo canta sin saber de la noche. Puedo dormir, porque es mañana en mí. Y siento a mi boca sonreír, 

dislocando levemente las arrugas de la funda que me prende el rostro. Puedo abandonarme a la vida, puedo

dormir, puedo ignorarme… Y, a través del sueño nuevo que me oscurece, o recuerdo al gallo que ha cantado,

o es él, de veras, quien canta por segunda vez.

¿1929?

O relógio que está lá para trás, na casa deserta, porque todos dormem, deixa cair lentamente

o quádruplo som claro das quatro horas de quando é noite. Não dormi ainda, nem espero dormir. Sem

que nada me detenha a atenção, e assim não durma, ou me pese no corpo, e por isso não sossegue,

jazo na sombra, que o luar vago dos candeeiros da rua torna ainda mais desacompanhada, o silêncio

amortecido do meu corpo estranho.

Nem sei pensar, do sono que tenho; nem sei sentir, do sono que não consigo ter. Tudo em meu torno

é o universo nu, abstrato, feito de negações noturnas. Divido-me em cansado e inquieto, e chego a tocar com

a sensação do corpo um conhecimento metafísico do mistério das coisas. Por vezes amolece-se-me a alma,

e então os pormenores sem forma da vida quotidiana bóiam-se-me à superfície da consciência, e estou

fazendo lançamentos à tona de não poder dormir.

Outras vezes, acordo de dentro do meio-sono em que estagnei, e imagens vagas, de um colorido poético

e involuntário, deixam escorrer pela minha desatenção o seu espetáculo sem ruídos. Não tenho os olhos

inteiramente cerrados. Orla-me a vista frouxa uma luz que vem de longe; são os candeeiros públicos acesos

lá em baixo, nos confins abandonados da rua.

Cessar, dormir, substituir esta consciência intervalada por melhores coisas melancólicas ditas em segredo

ao que me desconhecesse!… Cessar, passar fluido e ribeirinho, fluxo e refluxo de um mar vasto, em costas visíveis

na noite em que verdadeiramente se dormisse!… Cessar, ser incógnito e externo, movimento de ramos em aléias

afastadas, tênue cair de folhas, conhecido no som mais que na queda, mar alto fino dos repuxos ao longe, e todo

o indefinido dos parques na noite, perdidos entre emaranhamentos contínuos, labirintos naturais da treva! .. Cessar,

acabar finalmente, mas com uma sobrevivência translata, ser a página de um livro, a madeixa de um cabelo solto,

o oscilar da trepadeira ao pé da janela entreaberta, os passos sem importância no cascalho fino da curva, o último

fumo alto da aldeia que adormece, o esquecimento do chicote do carroceiro à beira matutina do caminho… O absurdo,

a confusão, o apagamento — tudo que não fosse a vida…

E durmo, a meu modo, sem sono nem repouso, esta vida vegetativa da suposição, e sob as minhas pálpebras

sem sossego paira, como a espuma quieta de um mar sujo, o reflexo longínquo dos candeeiros mudos da rua.

Durmo e desdurmo.

Do outro lado de mim, lá para trás de onde jazo, o silêncio da casa toca no infinito. Ouço cair o tempo, gota a

gota, e nenhuma gota que cai se ouve cair. Oprime-me fisicamente o coração físico a memória, reduzida a nada,

de tudo quanto foi ou fui. Sinto a cabeça materialmente colocada na almofada em que a tenho fazendo vale. A pele

da fronha tem com a minha pele um contato de gente na sombra. A própria orelha, sobre a qual me encosto,

grava-se-me matematicamente contra o cérebro.

Pestanejo de cansaço, e as minhas pestanas fazem um som pequeníssimo, inaudível, na brancura sensível da

almofada erguida. Respiro, suspirando, e a minha respiração acontece — não é minha. Sofro sem sentir nem pensar.

O relógio da casa, lugar certo lá ao fundo das coisas, soa a meia-hora seca e nula. Tudo é tanto, tudo tão fundo, tudo

é tão negro e tão frio!

Passo tempos, passo silêncios, mundos sem forma passam por mim.

Subitamente, como uma criança do Mistério, um galo canta sem saber da noite. Posso dormir, porque é manhã em

mim. E sinto a minha boca sorrir, deslocando levemente as pregas moles da fronha que me prende o rosto. Posso

deixarme à vida, posso dormir, posso ignorar-me… E, através do sono novo que me escurece, ou lembro o galo que

cantou, ou é ele, deveras, que canta segunda vez.

Fernando Pessoa

Del español:

Libro del desasosiego 163

Título original: Livro do Desassossego

© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984

© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997

Segunda edición

Del portugués:

Livro do Desassossego composto por Bernardo Soares

© Selección e introducción: Leyla Perrone-Moises

© Editora Brasiliense

2ª edición

pessoa3

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir