Sexton-by-NC

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The sickness unto death

God went out of me

as if the sea dried up like sandpaper,

as if the sun became a latrine.

God went out of my fingers.

They became stone.

My body became a side of mutton

and despair roamed the slaughterhouse.

Someone brought me oranges in my despair

but I could not eat a one

for God was in that orange.

I could not touch what did not belong to me.

The priest came,

he said God was even in Hitler.

I did not believe him

for if God were in Hitler

then God would be in me.

I did not hear the bird sounds.

They had left.

I did not see the speechless clouds,

I saw only the little white dish of my faith

breaking in the crater.

I kept saying:

I’ve got to have something to hold on to.

People gave me Bibles, crucifixes,

a yellow daisy,

but I could not touch them,

I who was a house full of bowel movement,

I who was a defaced altar,

I who wanted to crawl toward God

could not move nor eat bread.

So I ate myself,

bite by bite,

and the tears washed me,

wave after cowardly wave,

swallowing canker after canker

and Jesus stood over me looking down

and He laughed to find me gone,

and put His mouth to mine

and gave me His air.

My kindred, my brother, I said

and gave the yellow daisy

to the crazy woman in the next bed.

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de la enfermedad a la muerte

.
Dios salió de mí


como si el mar se transformara en lija,


como si el sol se volviera una letrina.


Dios salió de mis dedos.


Se volvieron piedra.


Mi cuerpo fue costado de carnero,


por el matadero anduvo errante la desolación.

Alguien trajo naranjas a mi desolación


pero no pude comer ni una sola


porque Dios estaba en la naranja.


No podía tocar lo que no era mío.


El sacerdote vino,


dijo que Dios estaba incluso en Hitler.


No le creí


pues si Dios estaba en Hitler


entonces estaba en mí también.


No oí el gorjeo de los pájaros.


Se habían ido.

No vi a las nubes que se habían quedado mudas,


sólo vi el pequeño plato blanco de mi fe


rompiéndose en el cráter,


Seguí diciendo:


necesito tener a qué aferrarme.


La gente me daba biblias, crucifijos,


una margarita amarilla,


pero me era imposible tocarlos,


yo que era un depósito de inmundicias,


yo que era un altar mutilado,


yo que quería gatear hacia Dios


no podía moverme ni comer el pan.

Así me devoré a mí misma,


bocado a bocado,


y las lágrimas me lavaron,


ola tras ola cobarde,


tragando úlcera tras úlcera


y Jesús se paró sobre mí y me miró


y rió al verme desaparecer,


y puso Su boca en la mía


y me dio Su aire.

Mi alma gemela, mi hermano, dije 


y le di la margarita amarilla


a la loca de la cama vecina.

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Anne Sexton

De la enfermedad a la muerte

The awful rowing toward god (1975)

Poesía completa

Linteo 2013

Galicia

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

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