dos niños anhelantes

No. No tienen tamaño sus tobillos; no es su espuela

suavísima, que da en las dos mejillas.

Es la vida no más, de bata y yugo.

No. No tiene plural su carcajada,

ni por haber salido de un molusco perpetuo, aglutinante,

ni por haber entrado al mar descalza,

es la que piensa y marcha, es la finita.

Es la vida no más; sólo la vida.

Lo sé, lo intuyo cartesiano, autómata,

moribundo, cordial, en fin, espléndido.

Nada hay

sobre la ceja cruel del esqueleto;

nada, entre lo que dio y tomó con guante

la paloma, y con guante,

la eminente lombriz aristotélica;

nada delante ni detrás del yugo;

nada de mar en el océano

y nada

en el orgullo grave de la célula.

Sólo la vida; así: cosa bravísima.

Plenitud inextensa,

alcance abstracto, venturoso, de hecho,

glacial y arrebatado, de la llama;

freno del fondo, rabo de la forma.

Pero aquello

para lo cual nací ventilándome

y crecí con afecto y drama propios,

mi trabajo rehúsalo,

mi sensación y mi arma lo involucran.

Es la vida y no más, fundada, escénica.

Y por este rumbo,

su serie de órganos extingue mi alma

y por este indecible, endemoniado cielo,

mi maquinaria da silbidos técnicos,

paso la tarde en la mañana triste

y me esfuerzo, palpito, tengo frío.

 

 

 

 

 

 

César Vallejo

Dos niños anhelantes

Obra poética completa preparada

por Georgette de Vallejo

Lima, Francisco Moncloa Editores, 1968

Lima 2009

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

la no vida

 

sin espacio para la expresión
del dolor, —como hacen los artistas.

 

es posible

 

Es fácil y probable,
que al pasar los años, se desconozcan

 

belleza

 

Era tan guapa
que no llamaba
la atención