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la muerte quiere más muerte
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la muerte quiere más muerte, y sus redes están llenas:
recuerdo el garaje de mi padre, como un niño
cepillaba los cadáveres de las moscas
de las ventanas por las que habían pensado que escaparían-
sus pegajosos, feos y vibrantes cuerpos
gritando como mudos y locos perros contra el cristal
sólo para girar y revolotear
en ese segundo más inmenso que el infierno o el cielo
en el borde del alféizar,
y luego la araña desde su agujero frío y húmedo
nerviosa y expuesta
el soplo del cuerpo subiendo
colgando allí
sin apenas saber realmente,
y entonces sabiéndolo.
algo la envía por su hilo abajo,
la red húmeda,
hacia el débil escudo de zumbido,
la pulsación;
un último movimiento desesperado pelo-pata
allí contra el cristal
allí, viva, al sol
hilada en blanco;
y casi como el amor:
el acercamiento,
la primera succión silenciada de la araña:
llenando su saco
sobre esta cosa que vivía;
inclinándose allí sobre su parte trasera
extrayendo su sangre cierta
mientras el mundo continúa fuera
y mis sienes gritan
y empuño la escoba contra ellas:
la araña embotada con rabia de araña
todavía pensando en su caza
y sacudiendo una pata rota;
la mosca muy quieta,
una manchita sucia atrapada en la paja
sacudo a la asesina relajada
y camina coja y enfadada
hacia alguna esquina oscura
pero intercepto su entretenimiento
su arrastrarse como algún héroe roto,
y las pajitas aplastan sus patas
que ahora se agitan
sobre su cabeza
y mirando
mirando al enemigo
y de algún modo valiente,
agonizando sin dolor aparente
simplemente arrastrándose hacia atrás
pedazo a pedazo
sin dejar nada
hasta que al final el saco rojo de tripas
salpica sus secretos,
y corro, infantil
con la ira de Dios un paso por delante de mí,
de vuelta a la sencilla luz del sol,
preguntándome
mientras el mundo continúa
con sonrisa torcida
si alguien
habrá visto o sentido mi crimen
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death wants more death
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death wants more death, and its webs are full:
I remember my father’s garage, how child-like
I would brush the corpses of flies
from the windows they thought were escape-
their sticky, ugly, vibrant bodies
shouting like dumb crazy dogs against the glass
only to spin and flit
in that second larger than hell or heaven
onto the edge of the ledge,
and then the spider from his dank hole
nervous and exposed
the puff of body swelling
hanging there
not really quite knowing,
and then knowing-
something sending it down its string,
the wet web,
toward the weak shield of buzzing,
the pulsing;
a last desperate moving hair-leg
there against the glass
there alive in the sun,
spun in white;
and almost like love:
the closing over,
the first hushed spider-sucking:
filling its sack
upon this thing that lived;
crouching there upon its back
drawing its certain blood
as the world goes by outside
and my temples scream
and I hurl the broom against them:
the spider dull with spider-anger
still thinking of its prey
and waving an amazed broken leg;
the fly very still,
a dirty speck stranded to straw;
I shake the killer loose
and he walks lame and peeved
towards some dark corner
but I intercept his dawdling
his crawling like some broken hero,
and the straws smash his legs
now waving
above his head
and looking
looking for the enemy
and somewhat valiant,
dying without apparent pain
simply crawling backward
piece by piece
leaving nothing there
until at last the red gut sack
splashes
its secrets,
and I run child-like
with God’s anger a step behind,
back to simple sunlight,
wondering
as the world goes by
with curled smile
if anyone else
saw or sensed my crime
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charles bukowski
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la muerte quiere más muerte
nuestras versiones
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