Matarile, rile, rile

¿Dónde están las llaves, Matarile, que no las encuentro?

Si las dejaras en su sitio, me dice Matarile con toda la razón.

El perro me mira confirmando que soy un desastre y yo,

sin mirarle, me digo que tiene un color castaña feísimo, caducado

o ya podrido, con unos tirabuzones como mariscos malvados.

La luz de la bombilla ecológica del recibidor es, naturalmente,

verde miedo y el espejo sólo refleja extraños en un tren.

Las llaves del paraíso, me dice Matarile tirándome el llavero.

Por fin soy libre, pienso, con una libertad trascendental

para manifestar mi orgullo gay y para el usufructo de la propiedad.

Me arranco derrapando mientras Matarile sonríe y el perro se ríe.

Otra vez me ha engañado: no son las llaves del cofre del tesoro.


 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

eternidad

 

La vida vibrante entrando a borbotones; barriendo toda duda.

seis de corazones

 

Pero si lo piensas
con ese amor que sigue latiendo, cuando
el corazón deja de latir