Volcán
–
Joyce les temía a los relámpagos,
pero los leones rugieron durante su sepelio
desde el zoológico de Zurich.
¿Era Zurich o Trieste?
No importa. Éstas son leyendas, en tanto
sea leyenda la muerte de Joyce,
o el fuerte rumor de que Conrad
ha muerto, y que Victoria es irónica.
Al borde del nocturno horizonte
desde esta casa de playa en el acantilado,
pueden mirarse ahora, hasta el amanecer,
dos resplandores que llegan —millas mar adentro—
desde las plataformas petroleras;
se asemejan al resplandor de un puro
o al resplandor del volcán
al final de Victoria.
Uno podría abandonar la escritura
por las señales lentamente ardiendo
de lo grandioso, y ser, en cambio,
su ideal lector, reflexivo,
voraz, haciendo que el amor por las obras maestras
sea superior al intento
de repetirlas o superarlas,
y convertirse en el mejor lector del mundo.
Por lo menos esto requiere asombro,
algo que se ha perdido en nuestro tiempo;
demasiada gente que lo ha visto todo,
demasiada gente capaz de predecir,
demasiados que se niegan a penetrar el silencio
de la victoria, la indolencia
que consume hasta la médula,
demasiados que no son otra cosa
que ceniza erguida, como el cigarro,
demasiados que dan por sentado el relámpago.
¡Qué tan común es el relámpago,
qué tan perdidos están los leviatanes
que dejamos de buscar!
Había gigantes en aquellos días.
En aquellos días se hacían buenos puros.
Debo leer con más cuidado.
1976
[/ezcol_1half][ezcol_1half_end]
–
Volcano
–
Joyce was afraid of thunder
but lions roared at his funeral
from the Zurich zoo.
Was it Trieste or Zurich?
No matter. These are legends, as much
as the death of Joyce is a legend,
or the strong rumour that Conrad
is dead, and that Victory is ironic.
On the edge of the night-horizon
from this beach house on the cliffs
there are now, till dawn,
two glares from the miles-out-
at-sea derricks; they are like
the glow of the cigar
and the glow of the volcano
at Victory’s end.
One could abandon writing
for the slow-burning signals
of the great, to be, instead,
their ideal reader, ruminative,
voracious, making the love of masterpieces
superior to attempting
to repeat or outdo them,
and be the greatest reader in the world.
At least it requires awe,
which has been lost to our time;
so many people have seen everything,
so many people can predict,
so many refuse to enter the silence
of victory, the indolence
that burns at the core,
so many are no more than
erect ash, like the cigar,
so many take thunder for granted.
How common is the lightning,
how lost the leviathans
we no longer look for!
There were giants in those days.
In those days they made good cigars.
I must read more carefully.
–
1976
[/ezcol_1half_end]
–
Derek Walcott
–
Volcán
Publicado en Derek Walcott,
Collected poems 1948-1984,
The Noonday Press,
Nueva York, 1994
Traducción de Óscar Paúl Castro Montes
–
0 comentarios