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to brooklyn bridge
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Cuántos amaneceres, frío tras su mecido descanso,
habrán de zambullirse las gaviotas a su alrededor
soltando anillos blancos de tumulto, erigiendo
la Libertad por encima del agua encadenada.
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Luego, con limpia curva, apartamos los ojos,
espectrales como las velas que pasan por debajo,
de alguna hoja de cálculo que será archivada;
hasta que el ascensor nos libera de la jornada…
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Pienso en los cines, esas vistas panorámicas
de multitudes inclinadas ante una escena trepidante
nunca mostrada, pero a la que pronto se apresuran,
anunciada a otros ojos en la misma pantalla.
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Y Tú, cruzando el puerto entre destellos de plata,
como si te alcanzase el sol, pero dejando
siempre en tu andar algún movimiento pendiente.
Tu misma libertad te sigue sosteniendo.
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Desde algún túnel de metro, celda o altillo
un loco se apresura hacia tus parapetos,
se inclina un poco, su camisa chillona se hincha,
una broma se arroja desde la atónita caravana.
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La luz del mediodía gotea en las vigas de Wall Street,
diente roto de celeste acetileno;
toda la tarde giran las grúas entre nubes…
Tus cables respiran aún el Atlántico Norte.
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Oscuro como el cielo de los judíos
tu galardón… gracia concedida
de anonimia que el tiempo no disipa:
vibrante absolución, el perdón que nos otorgas.
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Arpa y altar fundidos por la furia
(¡qué fuerza afinaría el coro de tu cordaje!),
umbral terrible de la promesa del profeta,
de la oración de paria y del gemido del amante.
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De nuevo las luces del tráfico que rozan tu lenguaje,
veloz y sin cesuras, inmaculado suspiro de los astros,
salpican tu ruta, cifran la eternidad.
Hemos visto la noche alzada en tus brazos.
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Bajo la sombra de tus pilares esperé;
sólo en la oscuridad tu sombra es clara.
Los iluminados bloques urbanos se han borrado,
ya la nieve sepulta todo un año de hierro…
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Insomne como el río que pasa debajo de ti,
tú que abovedas el mar, hierba que sueña en las praderas,
ven a nosotros, los humildes, baja
y con tu curvatura ofrece un mito a Dios.
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To Brooklyn Bridge
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How many dawns, chill from his rippling rest
The seagull’s wings shall dip and pivot him,
Shedding white rings of tumult, building high
Over the chained bay waters Liberty–
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Then, with inviolate curve, forsake our eyes
As apparitional as sails that cross
Some page of figures to be filed away;
–Till elevators drop us from our day . . .
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I think of cinemas, panoramic sleights
With multitudes bent toward some flashing scene
Never disclosed, but hastened to again,
Foretold to other eyes on the same screen;
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And Thee, across the harbor, silver-paced
As though the sun took step of thee, yet left
Some motion ever unspent in thy stride,–
Implicitly thy freedom staying thee!
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Out of some subway scuttle, cell or loft
A bedlamite speeds to thy parapets,
Tilting there momently, shrill shirt ballooning,
A jest falls from the speechless caravan.
–
Down Wall, from girder into street noon leaks,
A rip-tooth of the sky’s acetylene;
All afternoon the cloud-flown derricks turn . . .
Thy cables breathe the North Atlantic still.
–
And obscure as that heaven of the Jews,
Thy guerdon . . . Accolade thou dost bestow
Of anonymity time cannot raise:
Vibrant reprieve and pardon thou dost show.
–
O harp and altar, of the fury fused,
(How could mere toil align thy choiring strings!)
Terrific threshold of the prophet’s pledge,
Prayer of pariah, and the lover’s cry,–
–
Again the traffic lights that skim thy swift
Unfractioned idiom, immaculate sigh of stars,
Beading thy path–condense eternity:
And we have seen night lifted in thine arms.
–
Under thy shadow by the piers I waited;
Only in darkness is thy shadow clear.
The City’s fiery parcels all undone,
Already snow submerges an iron year . . .
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O Sleepless as the river under thee,
Vaulting the sea, the prairies’ dreaming sod,
Unto us lowliest sometime sweep, descend
And of the curveship lend a myth to God.
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Hart Crane
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Al Puente de Brooklyn
El puente
Editorial Trea
2007 Gijón
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