III

 

A piedra de mi país, a río gastado

me comparan,

o a los pantalones de un loco

que va en medio del invierno sin reparar en la terquedad

de la muerte.

En tanto

derrochas tu belleza junto a ollas hirvientes,

destruyéndote, mujer mía,

o preguntando, siempre preguntando,

cuándo, oh Dios,

y por qué trajeron este cadáver en medio del día.

Enormes girasoles

te envuelven cuando haces esas preguntas,

pero qué hacer si preguntando

se muere, poco a poco, como aquellas

gardenias

de manicomio en que el rocío es suave como tus piernas.

Arroz quemado, arroz negro,

así nace esta canción de la que soy

mi propio verdugo, ruiseñor enterrado en la noche

de los glaciares.

Miro hacia el Sur con obstinado rencor,

escupo cada noche

sobre mi pellejo que recibe la caricia

del agua, cuando, en verdad, mí herencía es el huracán, la caspa,

la bazofia por comida, y no merezco

el aire de este bolsillo olvidado.

El ave perpleja, allá, el hambre, Lonquén, esa caverna,

y yo tragando clavos en este exilio de oro,

envejeciendo, enmoheciéndome,

viendo cómo se me encoge la calavera

y caen los dientes impregnados

de ron

en la noche del Caribe y su imperial caoba.

 

 

 

 


Mahfúd Massís

Antología

Poemas 1942-1988

1990 · Editorial Dialit, C.A.

Santiago, Chile

Impreso Venezuela 1990

Llanto del exiliado

1986, III

 

 

Mahfud_Massis

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

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