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el accidente
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Leo se quemó la mano muy seriamente con un chorro de vapor
que salió silbando de su tostado pan de pita cuando
lo abrió con un cuchillo. La enfermera de visita dijo,
‘¿Está seguro de que no ha sido golpeando a su
esposa?’ ‘¿Perdone?’ dijo Leo. ‘¿Esta seguro de que
no ha sufrido esta lesión en el curso de
una agresión física a su esposa?’ preguntó la
enfermera. Leo estaba estupefacto. ‘Es una quemadura’, dijo.
‘Claro que es una quemadura, ¿pero quién dice que ella
no estaba defendiéndose con una plancha de vapor o con
una sartén? ¿Cocina usted sus propias comidas, señor, o
exige que su esposa haga las faenas de la casa?’
Leo estaba atónito. ‘Ni siquiera estoy casado’,
dijo. ‘Sí, vale, y yo soy el Ángel del Norte’, dijo ella,
lanzándole un fajo de gasas mientras salía
bruscamente de la casa y cerraba de golpe la puerta
detrás de ella.
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Leo realmente no estaba casado. Sus amigos estaban
casados. Los dos. Uno estaba incluso divorciado.
Pero Leo era soltero y nada contento con
la situación. Soltero –la palabra tenía el sabor del
diesel en su boca. Sin embargo, aquella noche
encontró a Jacqueline en el pub, una joven ciega
de York, y hablaron un rato sobre el tema
de Easter Island, acerca del cual ninguno de ellos
sabía nada, y después de una hora estaban
todavía hablando, y unos momentos después sus
rodillas se tocaban por debajo de la mesa de madera.
Para él fue como abrir un paracaídas. Para ella fue
como algo envolviendo una alcachofa. Él levantó su
mano completamente vendada a un milímetro de la
mejilla de ella y dijo, ‘Jacqueline, nunca te haría daño.
No podría hacerlo. Todo está yendo muy bien
hasta ahora y estás segura. Jackie, te amo.
¿Comprendes?’
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The Accident
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Leo burnt his hand very badly on a jet of steam
which hissed from his toasted pitta bread as he
opened it up with a knife. The visiting nurse said,
“Are you sure you haven’t been beating up your
wife?” “Excuse me?” said Leo. “Are you sure you
didn’t sustain this injury during the course of
physically assaulting your wife?” questioned the
nurse. Leo was shocked. “It’s a burn,” he said.
“Of course it’s a burn, but who’s to say she
wasn’t defending herself with a steam iron or a
frying pan? Do you cook your own meals, sir, or
do you insist on your wife doing the housework?”
Leo was flabbergasted. “I’m not even married,”
he said. “Yeah, right, and I’m the Angel of the
North,” she said, throwing him a roll of lint as
she barged out of the house and slammed the door
behind her.
.
Leo really wasn’t married. His friends were
married. Both of them. One was even divorced.
But Leo was a bachelor and not at all happy with
the situation. Bachelor—the word tasted like
diesel in his mouth. However, that night in the
pub he met Jacqueline, a young blind woman
from York, and they talked for a while on the
subject of Easter Island, about which neither of
them knew anything, and after an hour they were
still talking, and a few moments later their knees
touched under the wooden table. For him it was
like a parachute opening. For her it was like
something involving an artichoke. He lifted his
hopelessly bandaged hand to within a millimetre
of her cheek and said, “Jacqueline, I’ll never hurt
you. I wouldn’t do that. Everything’s going to be
all right from now on and you’re safe. Jackie, I
love you. Do you understand?”
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Simon Armitage
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El accidente
De Seeing stars : poems / by Simon Armitage
Alfred A. Knopf, New York, 2011
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Nuestras versiones
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